Agua: la circulación inferior

La Tierra tiene un océano. A pesar de los distintos nombres de sus diferentes zonas, el océano es una entidad, como se puede comprobar mediante cualquier fotografía tomada desde el espacio. Nuestro planeta es maravillosamente azul porque tiene un océano abierto y líquido, único en el Sistema Solar. Europa, un satélite de Júpiter, puede que tenga agua líquida bajo su superficie helada, pero no hay nada que rivalice con el océano terrestre.

Incluso en la edad del hielo, el agua líquida cubría el 70% de la Tierra, hasta una profundidad media de 3730 metros. Este océano favorece la vida, incluso en tierra firme, ya que el agua que se evapora entra en la circulación superior, en la atmósfera, y vuelve a la tierra como lluvia o nieve.

El océano se mueve, no sólo como mareas que suben y bajan, sino también en forma de grandes corrientes de agua que fluyen. Al girar la Tierra, su superficie rota a más de 1600 kilómetros por hora en el ecuador, moviéndose más lentamente al norte y sur hacia los polos. En 1835, el matemático francés Gaspard Gustave de Coriolis estudió el efecto de la rotación de la Tierra y demostró que causa el llamado «efecto de Coriolis»: cualquier cuerpo en movimiento sobre la superficie de la Tierra, o cerca de ella, presenta un desplazamiento lateral.

El efecto de Coriolis se aplica al océano, en el cual las corrientes del hemisferio norte se mueven en el sentido de las agujas del reloj, y en sentido contrario en el hemisferio sur. Muchas corrientes son famosas, sobre todo la Corriente del Golfo, a la que el estadounidense Matthew Fontaine Maury llamó «un río en el océano», el mayor río de la Tierra. Nuevos datos muestran que ésta no es una descripción exacta, ya que aunque la Corriente del Golfo parezca una entidad aislada y singular en el océano Atlántico, en realidad es un sistema de corrientes que lleva el agua más templada a las zonas más frías.

A pesar de la fuerza de gravitación, el océano no está «nivelado», hay ascensos y descensos debido al efecto de Coriolis. Los satélites científicos lanzados en los últimos años muestran que a 30° de latitud norte o sur hay un claro abombamiento en el océano entre los vientos predominantes. ¡También hay un declive real de 1,4 metros de la orilla exterior del sistema de la Corriente del Golfo a su interior!

En el océano hay dos tipos de circulación. Una es superficial, en su mayor parte dirigida por el viento. La otra es la circulación termohalina, más lenta y profunda, causada por las diferencias de densidad y temperatura del agua. El agua marina más salada o más fría se hunde y se mueve por debajo del agua de superficie.

El agua del océano, al circular, modera la temperatura general del planeta, no sólo porque dispersa el calor, sino porque absorbe los gases que de otra manera se sumarían al efecto invernadero, que los humanos parecemos decididos a fomentar quemando combustibles fósiles. Necesitamos nuestro océano y hemos de mantenerlo limpio y saludable. La urgencia de esta necesidad ha incitado a su estudio intensivo.

Los oceanógrafos australianos Nathaniel Bindoff y John Church han determinado que el agua del fondo del océano Pacífico, desde 1967, ha aumentado su temperatura en 0,01 °C. Esto parece no significar mucho, pero un calentamiento así representa que el agua de mar se ha dilatado, y que el nivel del mar ha subido casi en tres centímetros.

Debido a la importancia de la circulación marina, los científicos estudian no sólo su patrón actual, sino también los del pasado. Se pensaba que las glaciaciones pudieron ser favorecidas por el agua dulce derretida (de los glaciares) que disminuía el contenido en sal del océano, eliminando las diferencias de densidad entre el agua de fondo y la de superficie. Entonces nada impulsaba el movimiento del agua de superficie al fondo y viceversa. Este «ciclo circulatorio» reducía su velocidad y el agua tropical templada no transcurría hacia el norte como normalmente. La teoría es que esta cadena de acontecimientos produjo una glaciación, que inmovilizó agua dulce en forma de hielo, de manera que el hielo no se fundía, lo que a la larga provocaba las diferencias de densidad. La circulación se originaba, el agua templada transcurría hacia el norte de nuevo, y la glaciación terminaba.

Los paleo-oceanógrafos E. Jansen y T. Veum no están de acuerdo con esta teoría de la circulación del océano. Después de haber estudiado datos de isótopos de carbono en micro-fósiles, piensan que la circulación de fondo siguió incluso durante las glaciaciones, aunque de algún modo no se permitió al agua templada fluir hacia el norte. Se están llevando a cabo más estudios para determinar si la circulación de fondo -termohalina- se interrumpió y se activó o no, o si continuó funcionando a distintos niveles.

Se dice que «aquel que no conoce la historia está condenado a repetirla». Yo pienso que quien no entienda el pasado de la Tierra no está preparado para su futuro. Si vamos a provocar en la Tierra el efecto invernadero, haríamos mejor en descubrir cómo ha funcionado en el pasado la circulación del océano y cómo es probable que actúe ahora.

Las últimas noticias sobre la contaminación del océano son bastante deprimentes. Pesca en exceso. Litorales abarrotados de aguas residuales. Pájaros y otros animales muertos por envenenamiento tóxico, enfermedades y capturas con plásticos y redes de pesca inadecuados. Arrecifes de coral expoliados y muertos. ¿Queda alguna esperanza?

Alguna. Más artículos, más gente interesada. Funciona una nueva sonda oceanógrafica informatizada que mide la calidad del agua e informa a la base control sobre el nivel y la contaminación. Los científicos están estudiando el lenguado, Limanda limanda, que vive en el fondo y cuyo hígado muestra cambios químicos y moleculares debidos a la contaminación. En la actualidad el hígado del lenguado muestra degeneración de las grasas, un precursor del cáncer.

La humanidad debería plantar algodoncillo. No sólo atrae a la mariposa monarca, sino que sus fibras (junto con el algodón y el kenaf) son buenas para absorber los vertidos de petróleo en el océano. Todos los poquitos ayudan. Y también ayudaría a cambiar nuestros hábitos.

Fronteras II
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