El auténtico unicornio

Gunter Nobis, antiguo director del Museo Alexander Koenig de Bonn, en Alemania, examinó los huesos que se habían encontrado en un antiguo palacio de Cnosos, en Creta, cuyas ruinas se examinaron por primera vez en 1894, y llegó a algunas conclusiones interesantes.

El palacio de Cnosos estaba formado por una maraña increíble de habitaciones y mucha gente piensa que representa el «laberinto» que, según la mitología griega, fue construido para el rey Minos de Creta por el legendario inventor Dédalo. La historia cuenta que la esposa de Minos, Pasifae, se enamoró de un toro sagrado y que de estos amores culpables nació un monstruo, el Minotauro, que tenía el cuerpo de un hombre, y la cabeza de un toro. El laberinto fue construido para esconder al Minotauro, que se alimentaba de los enemigos del rey, hasta que Teseo de Atenas lo mató.

La verdad que esconde este dramático mito es que los antiguos cretenses ensalzaban poderosamente a los toros. Esto no resulta sorprendente puesto que el toro es un símbolo obvio de fertilidad, y en las civilizaciones antiguas era un atributo a fomentar. La fertilidad mantenía numerosos los rebaños de animales, abundantes las cosechas de grano y el crecimiento de la propia población humana. Se pensaba que, adorando a los toros con los ritos apropiados, se abundaría en todo ello.

Por esa razón los israelitas alzaron el «becerro de oro» (en realidad un toro joven) como objeto de culto. Jeroboam, rey de Israel, erigió dos para que su pueblo los adorara. Y probablemente, los cretenses también adoraban a los toros. Incluso hacían juegos con ellos. Bellísimas pinturas cretenses muestran a jóvenes agarrando los cuernos del toro y dando paso al salto mortal por encima de su lomo.

No es sorprendente, por tanto, que los huesos hallados en el antiguo laberinto, estudiados por Nobis, fueran de toro. Más del 60% fue identificado como de toro, pero no todos eran iguales. Algunos sí representaban el tipo de ganado con el que estamos familiarizados. Pero otros eran claramente más grandes, y se piensa que pertenecen al «uro», un buey salvaje posible antecesor del ganado corriente.

El uro (término del alemán antiguo que significa «buey primitivo») era negro y bastante más grande que el ganado ordinario, llegando a medir alguno hasta 1,8 metros hasta el lomo. Tenía unos cuernos enormes, curvados hacia delante y debió de haber sido una criatura formidable. Es obvio que para poder utilizarlo se necesitaba criarlo más pequeño y más manso, y eso es lo que hicieron.

Se interpreta que en la Biblia se habla del uro como re’em, en hebreo. En las versiones modernas de la Biblia esto se traduce como «el buey salvaje» y en la Biblia se cita al uro como un ejemplo de animal poderoso e indomable. En la Biblia del rey Jacobo I, la palabra fue traducida erróneamente como «unicornio» y esto dio lugar a la idea de que un animal mítico de un cuerno debía existir puesto que la Biblia hablaba de él. ¡De ninguna manera! El auténtico unicornio es el uro, y tenía dos cuernos enormes.

El uro sobrevivió a los tiempos antiguos y a la Edad Media. El último rebaño conocido existió en Polonia y fue eliminado en 1627. Es una pena, porque eran unos animales magníficos.

De los huesos estudiados por Nobis, parece deducirse que los cretenses cuidaban rebaños de ganado vacuno y de uros y que se utilizaban ambos como alimento, en sacrificios religiosos, en juegos y para cría.

Lo más interesante de los hallazgos de Nobis es que algunos huesos eran de tamaño intermedio. Es posible que el ganado y los uros fueran entrecruzados y que existieran animales híbridos de ambos. Estos animales se cruzaron en el curso normal de la naturaleza, cuando rebaños de unos y otros se mantenían juntos. Es muy posible que los cretenses encontraran a los híbridos útiles y, por tanto, fomentaran su cría.

Así, una mula, que es un híbrido de un caballo y un burro, tiene propiedades superiores en algunos aspectos a las de sus progenitores (es más fuerte y más inteligente que ambos, por ejemplo). Aunque las mulas no son fértiles y no pueden tener descendencia, la cría de mulas ha existido a lo largo de la historia, debido a su utilidad en algunos aspectos. Puede que el híbrido vaca/uro cumpliese también su papel y que los cretenses los consideraran especialmente útiles y los conservaran para determinados propósitos.

También es posible que los mantuvieran apartados, y que dieran lugar a una leyenda fuera de Creta. La gente podía saber de un entrecruzamiento, pero sin comprender exactamente en qué consistía. Naturalmente, la historia más dramática sería la más contada, la más repetida y la más creída, y ¿había alguna más asombrosa que la del híbrido hombre/toro? Es posible que así naciese la leyenda del Minotauro: puede ser el último resto del uro, el auténtico unicornio.

Fronteras II
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
IndiceAutor.xhtml
Introduccion.xhtml
Parte1.xhtml
Ensayo1.xhtml
Ensayo2.xhtml
Ensayo3.xhtml
Ensayo4.xhtml
Ensayo5.xhtml
Ensayo6.xhtml
Ensayo7.xhtml
Ensayo8.xhtml
Ensayo9.xhtml
Ensayo10.xhtml
Ensayo11.xhtml
Ensayo12.xhtml
Ensayo13.xhtml
Ensayo14.xhtml
Ensayo15.xhtml
Ensayo16.xhtml
Ensayo17.xhtml
Ensayo18.xhtml
Ensayo19.xhtml
Ensayo20.xhtml
Ensayo21.xhtml
Ensayo22.xhtml
Ensayo23.xhtml
Ensayo24.xhtml
Ensayo25.xhtml
Ensayo26.xhtml
Ensayo27.xhtml
Ensayo28.xhtml
Ensayo29.xhtml
Ensayo30.xhtml
Ensayo31.xhtml
Ensayo32.xhtml
Ensayo33.xhtml
Parte2.xhtml
Ensayo34.xhtml
Ensayo35.xhtml
Ensayo36.xhtml
Ensayo37.xhtml
Ensayo38.xhtml
Ensayo39.xhtml
Ensayo40.xhtml
Ensayo41.xhtml
Ensayo42.xhtml
Ensayo43.xhtml
Ensayo44.xhtml
Ensayo45.xhtml
Ensayo46.xhtml
Ensayo47.xhtml
Ensayo48.xhtml
Ensayo49.xhtml
Ensayo50.xhtml
Ensayo51.xhtml
Ensayo52.xhtml
Ensayo53.xhtml
Ensayo54.xhtml
Ensayo55.xhtml
Ensayo56.xhtml
Ensayo57.xhtml
Ensayo58.xhtml
Ensayo59.xhtml
Ensayo60.xhtml
Ensayo61.xhtml
Ensayo62.xhtml
Ensayo63.xhtml
Ensayo64.xhtml
Parte 3.xhtml
Ensayo65.xhtml
Ensayo66.xhtml
Ensayo67.xhtml
Ensayo68.xhtml
Ensayo69.xhtml
Ensayo70.xhtml
Ensayo71.xhtml
Ensayo72.xhtml
Ensayo73.xhtml
Ensayo74.xhtml
Ensayo75.xhtml
Ensayo76.xhtml
Ensayo77.xhtml
Ensayo78.xhtml
Ensayo79.xhtml
Ensayo80.xhtml
Ensayo81.xhtml
Ensayo82.xhtml
Ensayo83.xhtml
Ensayo84.xhtml
Ensayo85.xhtml
Ensayo86.xhtml
Ensayo87.xhtml
Ensayo88.xhtml
Ensayo89.xhtml
Parte4.xhtml
Ensayo90.xhtml
Ensayo91.xhtml
Ensayo92.xhtml
Ensayo93.xhtml
Ensayo94.xhtml
Ensayo95.xhtml
Ensayo96.xhtml
Ensayo97.xhtml
Ensayo98.xhtml
Ensayo99.xhtml
Ensayo100.xhtml
Ensayo101.xhtml
Ensayo102.xhtml
Ensayo103.xhtml
Ensayo104.xhtml
Ensayo105.xhtml
Ensayo106.xhtml
Ensayo107.xhtml
Ensayo108.xhtml
Ensayo109.xhtml
Ensayo110.xhtml
Ensayo111.xhtml
Ensayo112.xhtml
Ensayo113.xhtml
Ensayo114.xhtml
Ensayo115.xhtml
Ensayo116.xhtml
Ensayo117.xhtml
Ensayo118.xhtml
Ensayo119.xhtml
Ensayo120.xhtml
Ensayo121.xhtml
Ensayo122.xhtml
Ensayo123.xhtml
Ensayo124.xhtml
autor.xhtml