La belleza de los microbios

Los seres humanos, por lo general, nunca han considerado atractivos los microbios, ni siquiera pasables. Cuando Antón van Leeuwenhoek contempló por primera vez los microorganismos en el siglo XVII, nadie se interesó especialmente en ellos. Después de la teoría de los gérmenes productores de enfermedades de Louis Pasteur en la década de 1860, la gente descubrió que existían los microbios y que, demasiado a menudo, eran perjudiciales para la vida humana.

Los organismos microscópicos más condenados son las humildes bacterias. Su nombre significa «bastón» en griego, tal vez porque muchas de ellas se parecen a pequeños bastones. Los salmistas bíblicos desde luego no hablaban de las bacterias cuando escriben el famoso verso «tu vara y tu cayado son mis consuelos».

Sin embargo, hay muchas bacterias reconfortantes para la vida humana. Las bacterias beneficiosas más conocidas son las que transforman la tierra en fértil, fijando el nitrógeno atmosférico, y las que viven en el intestino humano que ayudan a digerir la comida. Y si no fuera por las bacterias, estaríamos enterrados bajo montones de basura del tamaño de rascacielos.

Las bacterias últimamente son noticia en los periódicos. Se está estudiando la biología molecular del comportamiento con la ayuda de la Escherichia coli, localizada normalmente en el intestino humano. La Escherichia coli se desplaza haciendo girar sus filamentos helicoidales en el mismo sentido o en sentido contrario al de las agujas del reloj a intervalos alternativos. Parece que la Escherichia coli puede medir los cambios de las cantidades en los compuestos químicos que captan en su entorno y modifica su movimiento para adaptarse a ellos, lo que sorprende a los científicos.

Un nuevo submarino japonés adaptado a grandes profundidades va a proporcionar microorganismos de las profundidades del océano. Al estudiar la ecología de las profundidades marinas, los científicos intentarán aprender más sobre los primeros pasos de la evolución de la vida. Se cree que los hipertermófilos marinos (microorganismos localizados en cráteres termales submarinos) pueden ser los antepasados de todas las criaturas vivientes. Los biotecnólogos (un grupo en auge en el Japón) investigarán también las bacterias del fondo del mar para buscar genes tan útiles como los descubiertos en las bacterias que pueblan las fuentes termales.

La industria biotecnológica ya está utilizando muchos otros microorganismos. Uno de ellos es un componente de un detergente japonés, porque su enzima «celulasa» limpia la suciedad eliminando la celulosa mugrienta sin atacar la fibra de algodón. Otro fabrica una enzima llamada «amilasa alcalina», que une moléculas de glucosa para formar otra llamada «ciclodextrina», utilizada para las cápsulas de liberación retardada. Y por último, pero no menos importante, está la bacteria que digiere los vertidos de petróleo.

Existe a su vez el barniz de roca. Es una capa oscura de menos de medio milímetro de espesor, compuesta de minerales (en su mayor parte arcilla y manganeso), que se cree depositada por bacterias que viven en las superficies porosas de las rocas más húmedas. Algunos barnices de roca son antiguos y se pueden fechar. Extendiendo barniz de superficie en un pictograma es posible determinar la edad de la roca que lo sustenta sin deteriorarla.

El barniz de roca indica cómo era el medio ambiente en el pasado y cómo cambió el clima. De este modo identifica «formas de terreno estables» para que la gente pueda vivir sin peligro en zonas a las que los geólogos llaman «abanico aluvial» sin preocuparse de sufrir un día inundaciones. También se comprueba la estabilidad de las superficies, en caso de que se necesite un lugar seguro para almacenar residuos tóxicos.

La Trichodesmiun es una cianobacteria diazotrópica de gran dimensión y muy importante, que forma parte del fitoplancton. Dejando a un lado su estrafalario nombre, parece ser el principal fijador del nitrógeno del océano Atlántico norte tropical. Las plantas necesitan este nitrógeno, y el océano alimenta a muchos animales, incluido al hombre.

La nueva microtecnología ha logrado un gran provecho de los microorganismos, al encontrar medios de cultivarlos y utilizar la biotecnología para elaborar productos necesarios. Las bacterias pueden producir en masa hormonas humanas, receptores de medicamentos y factores de crecimiento para administrarlos en alimentos que son fundamentalmente algas procesadas. Todavía más importante, los microorganismos hacen factible el envío de los medicamentos a las zonas del cuerpo que los necesitan. Por ejemplo, ciertas bacterias producen enzimas que les ayudan a orientarse en campos magnéticos. Si se utilizan estas enzimas en un medicamento, los médicos pueden guiarlos a la zona enferma mediante un imán.

Otros microorganismos, producto de la biotecnología, liberarán pesticidas o fertilizantes directamente sobre las plantas leguminosas (alfalfa, alubias, trébol o guisantes). En el código genético del microorganismo existe un «promotor» que responde como un interruptor de conexión-desconexión a los mensajes químicos de la planta. Utilizando técnicas de empalme de genes, los científicos unen este interruptor a otro gen que liberará el pesticida o el fertilizante únicamente en las raíces de la planta. Esto significa que se podrán utilizar concentraciones mucho menores de pesticidas y fertilizantes y se alterará menos el medio ambiente.

Los microorganismos también son atractivos porque son los antepasados remotos del hombre, los precursores de toda la vida sobre la Tierra. El hombre y todas las criaturas pluricelulares estamos formados por células eucariotas. Muchos científicos sostienen que todas las células eucariotas están formadas por antiguas bacterias que vivían libres y que aprendieron a vivir unidas o unas dentro de otras.

Si cada hombre es una comunidad de células y, a su vez cada una de ellas es una comunidad de organismos vivos, ¿es demasiado esperar que algún día toda la vida inteligente se convierta en una comunidad solidaria?

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