El poder de las plantas

Los tomates están cerrando el círculo. Los indios sudamericanos los comían, pero cuando los españoles llevaron las plantas al viejo mundo, los europeos llamaron a los tomates «manzanas del amor» venenosas. Se necesitaron siglos para que el tomate se convirtiera en el alimento que es tan popular en la actualidad. O era, ya que, según los titulares de prensa, los tomates están bajo sospecha. Algunos de ellos (inspiración profunda, escalofrío) han sido «¡tratados con ingeniería genética!» Con esta intervención los tomates se conservan frescos más tiempo por medio del gen «Flavr Savr» (!), que inhibe el gen que madura al tomate.

Otros productos biotecnológicos están en camino. Debido a que parte del material genético inoculado puede resultar alergénico, cualquier intervención debería ser controlada, pero no hay razón para la histeria, sobre todo si tenemos en cuenta que las frutas y verduras de los supermercados son tratadas con pesticidas y recubiertas de cera.

Desde que comenzó la agricultura, los seres humanos han alterado la producción de alimentos, seleccionando semillas de las mejores plantas, produciendo plantas y verduras más grandes y de más calidad. De hecho, uno de los problemas de la humanidad es que ha rebasado el proceso de selección y está mermando la diversidad de plantas, algo vital. Cuando un entorno cambia, otras plantas diferentes a las habituales al medio pueden resultar más adaptables.

Se han dotado bancos de semillas para preservar la diversidad, algo de valor inestimable, pero casi todos ellos contienen pocas variedades y están en entredicho porque demasiados países siguen pensando que es más importante proporcionar fondos a los militares que proteger a las generaciones futuras. Hace poco, los noruegos han instituido el Banco Internacional de Semillas Svalbard en las profundidades de una vieja mina de carbón en Spitsbergen, una isla del Ártico, en el que preciadas semillas se mantendrán congeladas y listas en caso de que se produzca la extinción de alguna planta en cualquier lugar de la Tierra.

Los hombres prehistóricos aprovecharon la gran diversidad de plantas. Aunque comían mucha carne, era dura y magra, con pocas grasas saturadas. Los pescados y las aves que capturaban y los frutos secos, frutas y verduras que recolectaban contribuían a una dieta sana. Jane Goodall ha demostrado que los chimpancés también son omnívoros, pero el chimpancé, al igual que el gorila, tiene un intestino grueso mucho más grande que el de los humanos. Al hombre le cuesta más digerir una dieta totalmente vegetariana rica en fibras, que no proporciona las proteínas suficientes cuando la limpieza cuidadosa elimina los nutritivos insectos que infestan a las plantas dietéticas.

Las plantas son una fuente tan valiosa de fármacos que hace todavía más esencial mantener la diversidad de las plantas silvestres. La única forma de conseguirlo es educar a los humanos para detener la destrucción ambiental. Los bosques del planeta están amenazados por la marea devoradora de la superpoblación de humanos avarientos, y estos bosques contienen no sólo gran cantidad de fuentes de medicamentos que ya se utilizaban, sino también muchas plantas que hasta ahora no se habían investigado. En Belice, los botánicos Michael Balick y Robert Mendelsohn descubrieron que el valor de la tierra se destruye a la larga cuando los bosques son desmontados para uso agrícola ordinario, que es muy poco productivo, pero que aumenta cuando el terreno se utiliza para cosechas medicinales. En la Guayana se está llevando a cabo un plan de la ONU para salvar las selvas pluviales, con la esperanza de encontrar genes vegetales valiosos para la ingeniería genética, así como compuestos farmacéuticos útiles.

Se están descubriendo nuevos usos para las plantas comunes no alteradas por la ingeniería genética. Una variedad de la asimina que crece en el este de Estados Unidos contiene una droga contra el cáncer llamada «bullatacina», actualmente en investigación. En India y Birmania los nativos utilizan las hojas de la margosa para matar insectos, así que los investigadores modernos están estudiando los compuestos pesticidas del árbol (llamados «limonoides»). En Sudáfrica, el monte bajo tipo fynbos contiene una gran diversidad de plantas (¡1470 distintas en el monte Table!), con muchas aplicaciones medicinales, pero todas están amenazadas por la vegetación importada. En la actualidad surge una gran controversia sobre los métodos de control de la vegetación importada, ya que los colonizadores de Sudáfrica han llegado a depender de las nuevas plantas y árboles de muchas maneras. La ecología del planeta es un asunto muy complejo.

Los humanos no somos los únicos en utilizar las plantas para algo más que para comer. Algunas aves revisten sus nidos con hojas que ayudan a combatir las plagas de parásitos. Los osos mordisquean una planta para frotarse la piel, probablemente para librarse de los insectos. Los principales animales que utilizan las plantas de manera consciente y deliberada como medicamentos son los chimpancés, nuestros parientes más próximos. Los chimpancés son muy selectivos a la hora de comer determinadas plantas cuando se sienten mal y la planta seleccionada, por lo general, se adecua a su problema médico. Al elefante hembra se le vio comer las hojas de un árbol que los nativos de Kenia masticaban como inductor al trabajo. El elefante dio a luz, y los investigadores se preguntan si comió las hojas como medicina o por accidente.

Mientras estudiamos a otros animales que utilizan el poder de las plantas y tratamos de preservar su increíble variedad, que algún día podríamos necesitar, sigue siendo importante experimentar con nuestra capacidad tecnológica para cambiar, mejorar y proteger las plantas. Así que si alguien oye que un científico dispara a una planta con un «pistola de partículas», no se alarme. A lo mejor sólo está intentando ayudar a la planta a resistir una enfermedad de manera que no tenga que ser cultivada con pesticidas. También es posible que se obtenga una fruta o una verdura mejor, más sana, más duradera y menos contaminada.

Fronteras II
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