¿Fue asesinado León Sedov[778]?

19 de julio de 1938

Para M. Pagenel

Magistrado Instructor del Tribunal de Justicia

Departamento del Sena

Estimado señor:

Esta mañana recibí de mis abogados, los señores Rosenthal y Rous[779], materiales relacionados con las investigaciones preliminares y con los diagnósticos médicos sobre la muerte de mi hijo León Sedov. Sobre tan importante y trágico caso considero mi derecho hablar con toda franqueza, sin ningún subterfugio diplomático. Los documentos transmitidos me han sorprendido por sus reticencias. La investigación policial, como el informe de los médicos expertos, sigue obviamente la línea de menor resistencia. En esta forma la verdad no puede ser revelada.

Los expertos médicos llegaron a la conclusión de que la muerte de Sedov podría ser explicada por causas naturales. Esta conclusión, en las actuales circunstancias, está casi vacía de contenido. Cualquier enfermedad puede, bajo ciertas condiciones, conducir a la muerte. De otro lado, no hay enfermedad, o casi ninguna, que necesariamente tenga como resultado la muerte en un momento dado. La investigación judicial no está enfrentada a la cuestión teórica de si determinada enfermedad podría resultar en la muerte, sino más bien a una cuestión práctica: si alguien deliberadamente agravó la enfermedad con el objeto de eliminar a Sedov tan rápido como fuese posible.

Durante el juicio Bujarin-Rikov este año en Moscú, se reveló, con cínica franqueza, que uno de los métodos de la GPU, era agravar la enfermedad para acelerar la muerte. El antiguo jefe de la GPU, Menshinski, y el escritor Gorki no eran jóvenes y estaban enfermos; en consecuencia, su muerte podía ser explicada fácilmente por «causas naturales». Esto fue lo que declararon originalmente los médicos respecto a las investigaciones oficiales. Sin embargo, la humanidad supo, por medio de los juicios penales de Moscú, que las luminarias del mundo médico moscovita, bajo la guía del antiguo director de la policía secreta, Iagoda, aceleraban la muerte de gente enferma con métodos cuya detección es muy difícil o imposible. Desde el punto de vista de la cuestión que nos concierne, es indiferente si el testimonio del acusado era verdadero o falso en las circunstancias concretas y particulares. Es suficiente que métodos secretos de envenenamiento, de extender la infección, causar enfriamientos y en general de acelerar la muerte, están incluidos en el arsenal de la GPU. Sin adelantar más detalles, me tomo la libertad de llamar su atención sobre el informe palabra por palabra del juicio Bujarin-Rikov publicado por el comisariado soviético de justicia.

Los expertos declararon que la muerte «también podría» haber sido el resultado de causas naturales. Por supuesto, pudo haberlo sido. Sin embargo, como es evidente por todas las circunstancias del caso, ninguno de los médicos esperaba la muerte de Sedov. Está claro que la GPU, siguiendo cada uno de los pasos de Sedov, no podía haber cifrado sus esperanzas en que «causas naturales» realizaran su trabajo de destrucción sin ayuda externa. Por otra parte, la enfermedad de Sedov y su operación quirúrgica ofrecían condiciones excepcionalmente favorables para una intervención de la GPU.

Mis abogados han puesto a su disposición, excelencia, toda la información necesaria para probar que la GPU consideraba la exterminación de Sedov como una de sus tareas más importantes. En términos generales, las autoridades judiciales francesas difícilmente pueden tener alguna duda sobre este asunto, después de los tres Juicios de Moscú y especialmente después de las revelaciones hechas por la policía suiza y francesa en relación con el asesinato de Ignace Reiss. Por un largo período de tiempo, y principalmente durante los últimos dos años, Sedov vivió constantemente asediado por parte de una banda de la GPU que operaba en territorio parisiense casi con la misma libertad que en Moscú. Asesinos contratados le prepararon a Sedov una trampa en Mulhouse, similar en todos sus aspectos a la trampa en la cual cayó víctima Reiss. Sólo la suerte salvó a Sedov en aquella ocasión. Los nombres de los criminales y sus papeles son conocidos por usted, excelencia, no necesito tratar este punto.

El 4 de febrero de 1937 Sedov publicó un artículo en el periódico francés Confessions en el cual advertía que tenía excelente salud; que su espíritu no había sido quebrantado por las persecuciones; que no se inclinaba ni a la desesperación ni al suicidio; y que si la muerte le llegase repentinamente, debería buscarse a los responsables de ella en el campo de Stalin. Envié la publicación de Confessions a París para que fuese puesta en sus manos, excelencia, por eso hago la cita de memoria. La profética advertencia de Sedov, resultado de hechos de magnitud histórica irrecusables y por todos conocidos, debería, en mi opinión, determinar el curso y el carácter de la investigación judicial. La conspiración de la GPU para fusilar, estrangular, ahogar, envenenar o infectar a Sedov, era un hecho básico, constante, en los últimos dos años de su vida. Su enfermedad fue sólo un episodio. Aun en el hospital, Sedov se vio obligado a registrarse bajo un nombre supuesto con el objeto de hacer más difícil, aunque sólo parcialmente, el trabajo de los bandidos que seguían sus pasos.

En estas condiciones, la justicia no tiene derecho a diluirse con una fórmula abstracta: «Sedov pudo haber muerto por causas naturales», hasta que lo contrario no haya sido comprobado, es decir, que la poderosa GPU dejó escapar una oportunidad favorable para ayudar a «las causas naturales».

Se puede argüir que las consideraciones arriba expuestas, por fuertes que sean, no pueden alterar los resultados de un experto examen médico. Me reservo el derecho de volver sobre esta cuestión en un documento especial, después de consultar con médicos competentes. Que no se hayan encontrado rastros de veneno, no implica que el envenenamiento no tuvo lugar, y en cualquier caso, no implica que la GPU no hubiese recurrido a otra medida para evitar que el organismo, después de una operación, se recuperase de la enfermedad. Si aquí se estuviera considerando un caso corriente, bajo condiciones de vida normales, entonces los resultados de médicos expertos, aunque no agotasen la cuestión, conservarían todo su poder de convicción. Pero tenemos ante nosotros un caso bastante fuera de lo común: la muerte, inesperada para los propios médicos, de un exiliado solitario, luego de un largo duelo entre él y un poderoso aparato de estado con recursos científicos y material técnico inagotables.

El examen médico formal es a todas luces inadecuado porque tercamente pasa por encima del momento central en la historia de la enfermedad. Los primeros cuatro días después de la operación fueron días de una mejoría obvia en la salud del paciente, cuyas condiciones fueron consideradas tan favorables que la administración del hospital retiró a la enfermera especial. Sin embargo, en la noche del 14 de febrero, el paciente, dejado solo, fue encontrado desnudo y en un estado de delirio salvaje rondando por los corredores y predios del hospital. ¿No merece este hecho monstruoso la atención de los expertos?

Si causas naturales condujeron (condujeron, no pudiesen haber conducido) al trágico desenlace, entonces ¿cómo y por qué se explica el optimismo de los médicos debido al cual se privó al paciente de atención completamente en el momento más crítico? Por supuesto, es posible tratar de reducir todo el caso a un error de pronóstico o a una atención médica deficiente. Sin embargo, en los materiales de la investigación no hay ni una sola mención acerca de esto. No es difícil entender la razón: si hubo una supervisión inadecuada, ¿se llegaría automáticamente a la conclusión de que sus enemigos, quienes nunca perdían de vista a Sedov, utilizaron esta situación favorable para realizar sus fines criminales?

Es cierto que el personal de la clínica hizo un intento de enumerar las personas que estuvieron en contacto con el enfermo. Pero ¿qué valor tienen estos testimonios si el paciente tuvo la oportunidad, desconocida para el personal, de dejar su cama y su cuarto y vagar sin obstáculos alrededor del edificio del hospital en un estado de excitación delirante?

En todo caso, M. Thalheimer, el cirujano que operó a Sedov, fue tomado por sorpresa por los eventos de la noche fatal. Le preguntó a la esposa de Sedov, Jeanne Martin des Pallieres: «¿El paciente no ha intentado suicidarse?». A esta pregunta, que no puede suprimirse de la historia general de la enfermedad, Sedov mismo había dado respuesta con anticipación en el artículo arriba citado, un año antes de su muerte. El empeoramiento de la condición del paciente fue tan repentino e inesperado, que el cirujano, quien no estaba familiarizado ni con la identidad, ni con las condiciones de vida del paciente, se vio obligado a recurrir a la hipótesis del suicidio. Este hecho, repito, ¡no puede ser borrado del cuadro general de la enfermedad y muerte de mi hijo! Uno podría decir, si estuviese inclinado a ello, que las sospechas de los parientes e íntimos de Sedov surgen de sus recelos. Pero tenemos ante nosotros a un médico para quien Sedov era un paciente corriente, un ingeniero desconocido de nombre Martin. Por consiguiente, el cirujano no podía estar influido ni por recelos ni por motivos políticos. Sólo se guiaba por aquellos síntomas que provenían del organismo del enfermo. Y la primera reacción del eminente y experimentado médico, ante el inesperado cambio de su caso, que no se podía atribuir a ninguna «causa natural», fue sospechar un intento de suicidio por parte del paciente. ¿No está claro, no existe evidencia palpable de que si el cirujano en ese momento hubiese conocido la identidad del paciente y las condiciones de su vida hubiese preguntado instantáneamente: «No sería éste el trabajo de asesinos»?

Ésta es precisamente la pregunta que se plantea con toda su fuerza ante la investigación judicial. La pregunta es formulada, su excelencia, no por mí sino por el cirujano Thalheimer, aunque involuntariamente. Y para esta pregunta no encuentro ninguna respuesta en todos los materiales de la investigación preliminar que me fue enviada. No encuentro ni siquiera el intento de buscar una respuesta. No encuentro ningún interés en la pregunta misma.

Verdaderamente sorprende el hecho de que el enigma de la noche crucial haya permanecido hasta ahora, no sólo inexplicado, sino aun sin comprobación. Que se permita pasar el tiempo, haciendo extremadamente difícil cualquier investigación posterior, no puede explicarse a la ligera como un accidente. La administración de la clínica, naturalmente, trató de evitar cualquier investigación sobre este punto porque era inevitable que ésta revelara la gran negligencia por la cual un hombre gravemente enfermo fue desatendido totalmente y pudo haber cometido actos fatales contra sí mismo, o pudo haberse visto sometido a tales actos. Los expertos médicos no insistieron, de ninguna manera, en clarificar los hechos de la noche trágica. La investigación policial se redujo a testimonios superficiales de individuos que al menos eran culpables de negligencia y que por lo tanto estaban interesados en encubrirla. Aunque, detrás de la negligencia de alguno, podría esconderse la voluntad criminal de otros.

La jurisprudencia francesa sigue para la investigación la fórmula de «contra X». Bajo esta fórmula se conduce ahora la investigación sobre la muerte de Sedov. Pero X, en este caso, no es de ninguna manera un «desconocido» en el sentido literal del término. No es cuestión de un eventual degollador que mata a un viajero en una carretera y desaparece después del asesinato. Es cuestión de una pandilla internacional bien definida que ya ha cometido más de un crimen en territorio francés y que utiliza y se oculta bajo amistosas relaciones diplomáticas. Ésta es la verdadera razón para que las investigaciones sobre los ladrones de mis archivos, las persecuciones a Sedov y el intento de asesinarlo en Mulhouse y, finalmente, la razón por la cual la actual investigación sobre la muerte de Sedov, que ya lleva cinco meses, no hayan traído ni estén trayendo ningún resultado. Tratando de no involucrarse en los totalmente reales y poderosos factores políticos y en las fuerzas ocultas tras el crimen, la investigación parte de la ficción de que aquí se trata de un simple episodio de la vida privada; rotula al criminal «X» y falla en encontrarlo.

Se sabrá quiénes son los criminales, su excelencia; el ámbito del crimen es demasiado grande, demasiado grande el número de personas e intereses, a menudo contradictorios entre sí, que han sido involucrados en él; las revelaciones ya han empezado y esclarecerán las redes de una serie de crímenes que conducen a la GPU y, a través de ésta, directamente a Stalin. No puedo decir si la justicia francesa tendrá una parte activa en estos descubrimientos. Lo agradecería de todo corazón, y estoy preparado, por mi parte, a hacer todo lo que esté en mi poder para ayudarla. Pero, en una forma u otra, ¡la verdad será descubierta!

De lo anterior, obviamente se desprende que la investigación sobre la muerte de Sedov difícilmente ha empezado. En consideración a todas las circunstancias del caso y a las proféticas palabras escritas por el mismo Sedov el 4 de febrero de 1937, la investigación no puede sino proceder bajo el supuesto de que la muerte tuvo un carácter violento. Los organizadores del crimen fueron agentes de la GPU, falsos funcionarios de instituciones soviéticas en París. Los ejecutores fueron agentes de estos agentes, reclutados entre los emigrados blancos, stalinistas franceses o extranjeros, etcétera. No era posible que la GPU no pudiera colocar sus agentes en una clínica rusa en París o entre los círculos cercanos a ella. Tales son los caminos sobre los cuales debe proceder la investigación, si, como me gustaría tener la esperanza, busca descubrir el crimen y no asirse a la línea de menor resistencia.

De usted, excelencia,

cordialmente suyo,

León Trotsky.

Escritos , Tomo V
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