Los sacerdotes de la verdad a medias[694]

19 de marzo de 1938

Nation y New Republic desempeñan ahora el papel más triste y más innoble de la prensa norteamericana. Estos periódicos pretenden ser los oráculos de la opinión pública «liberal». No tienen ideas propias. La crisis social que comenzó en 1929 y cogió a los «liberales» desprevenidos los obligó a aferrarse a la Unión Soviética como a un ancla salvadora. Al popularizar los éxitos del principio de planificación y al contraponer cautelosamente este principio a la anarquía capitalista, estos caballeros encontraron una misión temporalmente. No tenían en absoluto ningún programa de acción para los Estados Unidos, pero por eso fueron capaces de cubrir su propia confusión con una imagen idealizada de la Unión Soviética.

En efecto, la «amistad» con Moscú significó la reconciliación del liberalismo burgués con la burocracia que había estrangulado la Revolución de Octubre. Mientras más se extendieron los privilegios de la nueva capa dirigente y más conservadores se volvieron en la defensa de sus privilegios, más aumentó el número de sus amigos entre la burguesía intelectual y los liberales esnobistas, que siguen la moda del día. Los inspiradores de este estado de ánimo fueron Walter Duranty y Louis Fischer, sicofantes absolutos de la oligarquía soviética. Bajo su guía, profesores limitados, poetas mediocres, abogados que no lograron alcanzar prominencia, viudas aburridas y solitarias damas ordinarias, comenzaron su amistad con la embajada soviética en Washington para servir los intereses de la Revolución de Octubre. Muchos de ellos demostraron su buena voluntad en defenderla hasta la última gota de sangre… seguramente no la de ellos, sino la de los «trotskistas».

En la época heroica de la revolución, el representante de la opinión pública norteamericana en Moscú era John Reed[695] En esa época, Walter Duranty estaba radicado en Riga, trabajando como calumniador profesional de la revolución y de sus directivas. Más tarde, Duranty fue el principal vínculo entre la burocracia soviética y la opinión pública «liberal» de los Estados Unidos. El contraste moral entre John Reed y Walter Duranty refleja muy bien el antagonismo político entre el bolchevismo y el stalinismo. Si los directores de Nation y New Republic tasan su ingenuidad para evitar la comprensión de este antagonismo, es porque los mercaderes mezquinos de mentiras como Duranty y Louis Fischer son incomparablemente más unidos en espíritu, que el heroico John Reed[696].

¿Es sorprendente que la actual burocracia del Kremlin esté incomparablemente más de acuerdo con los oráculos democráticos que con el partido revolucionario de Lenin? Del mismo modo que no comprendieron en el pasado las leyes de la revolución, no entienden hoy las leyes de la reacción. Esperaban que la burocracia, no sin sus benevolentes colaboraciones, sería más respetable y «humana». La fe en el progreso ininterrumpido Y automático no ha sido extirpada hasta hoy de las mentes de estas personas. Han sido incapaces en absoluto de llegar a conclusiones aun del hecho de que la pequeña burguesía democrática, de quien son carne de su carne, se transformó en unos pocos años, en Alemania, en un ejército fascista. Fueron aun más incapaces de comprender la evolución maligna de la burocracia stalinista.

Es lamentable la persona que, en los grandes vuelcos históricos, se limita a una conjetura empírica en vez de penetrar la lógica inminente de la lucha de clases. En el sentido psicológico, los acusados eran simplemente instrumentos en las manos de la Inquisición de la GPU. En el sentido histórico, el inquisidor Stalin es simplemente un instrumento en las manos de la burocracia que ha llegado a un callejón sin salida. La burocracia no es otra cosa que un instrumento en las manos del imperialismo mundial. Las masas soviéticas la odian. El imperialismo mundial la considera un instrumento que ha sobrevivido a su utilidad y se prepara para derrocarla. La burocracia busca engañar a las masas y engañar al imperialismo mundial. Está en ambos frentes. Con el fin de que la verdad no se filtre hacia afuera ni hacia adentro, la burocracia solamente permite que gente de «confianza» entre o salga del país.

Rodea a la Unión Soviética con un muro fronterizo como el mundo nunca ha visto.

La época en que el imperialismo mundial sometió a, la Unión Soviética a un asedio pertenece al pasado. El bloqueo actual es organizado por la misma burocracia soviética. De la revolución, tal como la entiende, solamente ha conservado el culto a la violencia policíaca. Cree que con la ayuda de perros policías se puede cambiar el curso de la historia. Lucha por su existencia con una furia conservadora que no ha sido demostrada por ninguna clase dirigente en toda la historia. Por este camino llegó en corto tiempo a cometer crímenes como no los ha cometido el fascismo. De esta dialéctica termidoriana, los oráculos democráticos no han entendido nada, no comprenden ahora nada y no nos ilusionemos, no entenderán nada. ¡De lo contrario se verían obligados a cerrar Nation y New Republic inmediatamente, perturbando con ello el equilibrio del sistema solar!

Desde que la reacción termidoriana surgió de la revolución misma, Nation y New Republic han buscado probar incansablemente que revolución y reacción son la misma cosa. Han aprobado sistemáticamente, o por lo menos, han guardado silencio sobre el trabajo de falsificación, mentiras y corrupción que la burocracia stalinista ha llevado a cabo en el mundo. Han encubierto la represión contra los oposicionistas, que continúa ya por quince años. Sin embargo no le han faltado advertencias. La literatura de la Oposición de Izquierda es bastante rica en todos los idiomas.

Durante quince años, la Oposición de Izquierda ha demostrado paso a paso, cómo los métodos de la burocracia llegaron cada vez más a un agudo conflicto con las necesidades de una nueva sociedad; cómo la burocracia se vio obligada a encubrir sus propios intereses codiciosos, no solamente al apropiarse de la mecánica de la mentira de todas las clases dirigentes, sino también al investir estas mecánicas, en vista de la seriedad de la situación en un país que a duras penas emergía de una revolución, con un carácter venenoso sin precedentes. Con hechos y documentos irrefutables, demostramos cómo toda una escuela de falsificación surgió de la reacción termidoriana —la escuela de Stalin— que envenenó todos los dominios de la ideología social; explicamos cómo y por qué fue precisamente Stalin («el cocinero de los platos picantes», de acuerdo a la definición de Lenin en marzo de 1921) quien llegó a ser la cabeza de la casta ávida y conservadora de usurpadores de la revolución; predijimos los Juicios de Moscú diez años antes de que se realizaran y explicamos a los más atrasados que los fraudes judiciales son solamente las convulsiones de la agonía termidoriana.

Finalmente, en 1937, la Comisión Internacional de Nueva York, compuesta de personas de una alta autoridad moral y acostumbradas al juicio crítico, sometieron a un análisis meticuloso las acusaciones de Stalin y Víshinski. En todas ellas no encontraron otra cosa que mentiras, falsificaciones y fraudes. Declararon esto abiertamente a todo el mundo. El fallo de la comisión se encaminó esencialmente al «hombre de la calle», al granjero, al pequeño comerciante, al obrero atrasado; en una palabra, a la mayoría de aquéllos cuyas condiciones de vida los privan del entrenamiento necesario y de horizontes más amplios.

Se debía exigir a los directores de Nation y New Republic, estos señores que se autodenominaron maestros, que tuvieran un sentido crítico propio. Por ejemplo, podrían haber recordado lo que aprendieron con sus viejos maestros, que la reacción termidoriana en Francia declaró a los jacobinos «realistas» y «agentes de Pitt»[697], con el fin de justificar a los ojos de las masas la represión sanguinaria contra ellos. Parecería que de estos moralistas profesionales puede esperarse algún sentido moral. ¿No apesta hasta el cielo la degeneración de la burocracia soviética? ¡Ay! los moralistas han descubierto no tener ni siquiera el sentido del olfato. Los Juicios de Moscú no solamente cogieron desprevenidos a este círculo de personas, sino que destruyeron su tranquilidad espiritual por mucho tiempo. La colección de todos los artículos de Nation y New Republic relacionados con los tres grandes juicios muestra un panorama de estrechez, vanidad, hipocresía y sobre todo confusión. ¡No, no los esperaban! ¿Cómo pudo haber sucedido esto? Sin embargo aunque les falta perspicacia y sentido del olfato, poseen el más alto grado de sentido de casta sacerdotal para la autopreservación. Desde entonces toda su conducta estuvo signada con la preocupación de borrar sus huellas, es decir, de garantizar que los fieles sigan desconociendo el hecho de que, durante todo este tiempo, se ocultaban en el oráculo sacerdotes no muy perspicaces. Teóricamente estos sacerdotes rechazaron con indignación el principio de que «el fin justifica los medios», sin entender que una gran meta histórica descarta automáticamente los medios que no son dignos de ella. Pero con el fin de reforzar tradicionales prejuicios mezquinos y especialmente su autoridad ante los ojos de los tontos, siempre están listos a recurrir a evasivas artificiosas y a fraudes de envergadura insignificante.

Primero, trataron abiertamente de cumplir sus deberes como «amigos», es decir, abogados de la GPU, pero esto fue demasiado arriesgado. Rápidamente cambiaron a una posición de agnosticismo filosófico y no intervención diplomática. Declararon a los juicios «enigmáticos». Se abstuvieron de juzgar. Previnieron contra conclusiones prematuras. «No podemos juzgar nada desde fuera». «No debemos interferir en los asuntos de la justicia soviética». Es decir, buscaron evasivamente reconciliar la opinión pública mundial con las abominaciones tramadas en Moscú. Esta gente quería a toda costa permanecer en términos amistosos, con los verdugos de la revolución, pero no asumir una responsabilidad directa por los fraudes de la GPU.

Sin embargo, no tuvieron éxito en mantener esta segunda línea por un largo período. Bajo los golpes de las revelaciones cantaban siempre en un tono bajo: «Por supuesto los cargos son inverosímiles pero… pero hay ‘algo’ tras ellos». «No estamos con los stalinistas pero tampoco creemos a los trotskistas». Sólo los adivinos de Nation y New Republic representan la verdad. Si ayer y anteayer eran ciegos, eso garantiza que hoy su visión no tiene tacha. «Hay algo tras estos cargos». ¡Pero claro! Si la camarilla dirigente elimina a todos los que quedan del Partido Bolchevique, debe tener razones imperiosas para ello. Sin embargo, debemos buscar estas razones en los intereses objetivos de la burocracia y no en los discursos de Vishinski o en los fraudes de Iezov. Pero ya sabemos que la dialéctica de la lucha de clases es para estos empíricos un libro de los siete sellos. ¿Qué puede esperarse de filósofos y publicistas que no previeron nada, que no ven nada y a quienes los juicios cogieron completamente desprevenidos? No queda otra cosa para los oráculos en bancarrota sino dividir la culpa entre dos: cincuenta por ciento para el verdugo y el resto para la víctima.

El pequeño burgués siempre está en el medio y juzga un problema con la fórmula: «por un lado» y «por el otro». Si los capitalistas son inflexibles, los obreros son demasiado exigentes. A esta línea de la regla de oro, Nation y New Republic simplemente la llevan a su lógica conclusión cuando agotan la mitad de su linfa moral en la GPU y la otra en los «trotskistas» reales o imaginarios. Y al final, el liberal norteamericano averigua de sus maestros que Zinoviev y Kamenev eran solamente medio terroristas; que de doce meses Piatakov saboteó la industria solamente seis; que Bujarin y Rikov son espías de dos países y no de cuatro y que Stalin es solamente un medio falsificador y un medio pícaro. ¿Caín? Tal vez lo es pero no más de un cincuenta por ciento.

Sus filosofías reflejan sus mundos. Por su naturaleza social no son más que intelectuales semiburgueses. Se alimentan de un cincuenta por ciento de pensamientos y un cincuenta por ciento de sentimientos. Desean curar a la sociedad con paños tibios. Respecto al proceso histórico, como fenómeno demasiado inestable, rehúsan comprometerse más de un cincuenta por ciento. De este modo esta gente al vivir de semiverdades, es decir, la peor forma de la falsedad, es un verdadero freno al pensamiento progresivo, es decir, revolucionario.

Un New Masses es simplemente una lata de basura que pone a la gente en guardia con su propio olor[698]. Nation y New Republic son considerablemente más «decentes» y «agradables» y menos… olorosos. Pero por lo tanto más peligrosos. La mayoría de los intelectuales norteamericanos sólo podrá continuar en la amplia vía de la historia, si rompe de una manera absoluta con los oráculos de la semiverdad «democrática».

Escritos , Tomo V
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