Una vez más: la Unión Soviética y su defensa[443]

4 de noviembre de 1937

Craipeau olvida las principales enseñanzas del marxismo

El camarada Craipeau quiere persuadirnos una vez más de que la burocracia soviética como tal es una clase. Sin embargo para él no es un problema de «sociología» pura. No, todo lo que quiere, como veremos, es señalar de una vez una línea libre y recta, para su tipo de internacionalismo, del cual no está en absoluto seguro. Si la burocracia no es una clase, si la Unión Soviética puede ser reconocida todavía como un estado de trabajadores, es necesario apoyarla durante la guerra. ¿Cómo puede uno entonces permanecer en una oposición irreconciliable contra el propio gobierno, si éste está aliado a los soviéticos? ¡Ahí existe una tentación terrible de caer en el social-patriotismo! No; es preferible hacer un cambio radical de posición: la burocracia stalinista es una clase explotadora, y en caso de guerra, a duras penas necesitamos distinguir entre los soviéticos y el Japón.

Desgraciadamente este radicalismo terminológico no adelanta mucho las cosas. Admitamos por un momento que la burocracia es realmente una clase, en el sentido de la sociología marxista. Tenemos entonces una forma nueva de clase social, que ni es idéntica a la sociedad feudal o a la capitalista y la cual nunca fue prevista por los teóricos marxistas. Tal descubrimiento es digno de un atento análisis.

¿Por qué se encuentra la sociedad capitalista en un callejón sin salida? Porque ya no es capaz de desarrollar las fuerzas productivas en los países adelantados o atrasados. La cadena imperialista mundial, se rompió en su eslabón más débil, Rusia. Nos enteramos ahora que en lugar de la sociedad burguesa, ha sido establecida una nueva clase social. Craipeau no le ha dado aún ningún hombre o analizado sus leyes internas. Pero eso no nos impide ver que la nueva sociedad es progresiva en comparación con el capitalismo, porque en base a la propiedad nacionalizada, la nueva «clase» dominante, ha asegurado un desarrollo de fuerzas productivas jamás igualado en la historia mundial. El marxismo nos enseña que las fuerzas productivas son el factor fundamental del progreso histórico. Una sociedad que no es capaz de asegurar el crecimiento del poder económico, es aun menos capaz de asegurar el bienestar de las clases trabajadoras cualquiera que sea la manera de la distribución. El antagonismo entre el feudalismo y el capitalismo y la decadencia del primero ha sido determinada precisamente por el hecho de que el último abrió nuevas y grandiosas posibilidades a las estancadas fuerzas productivas. Lo mismo se aplica a la Unión Soviética. Cualquiera que sean sus formas de explotación, esta nueva sociedad es, por su carácter mismo, superior a la capitalista. ¡Ahí está el punto de partida real del análisis marxista!

Este factor fundamental, las fuerzas productivas, también se refleja en el dominio ideológico. Mientras la vida económica de los países capitalistas no nos enseña otra cosa que diferentes formas de estancamiento y descomposición, la economía nacionalizada y planificada de la Unión Soviética, es la más grande escuela para toda la humanidad que aspira a un futuro mejor. ¡Se tiene que ser ciego para no ver la diferencia!

En la guerra entre el Japón y Alemania por un lado, y la Unión Soviética por el otro, estaría comprometido, no un problema de igualdad distributivo, o democracia proletaria, o de la justicia de Vishinski, sino el destino de la propiedad nacionalizada y la economía planificada. La victoria de los estados imperialistas significaría la caída, no solamente de la nueva «clase explotadora» en la Unión Soviética, sino también de las nuevas formas de producción, la disminución de toda la economía soviética al nivel de un capitalismo atrasado y semicolonial. Ahora pregunto a Craipeau: cuando estemos enfrentados con la lucha entre dos estados los cuales son —admitámoslo— ambos estados de clase, pero uno de los cuales representa estancamiento imperialista y el otro un tremendo progreso económico, ¿no tenemos que apoyar el estado progresista contra el estado reaccionario? ¿Sí o no?

En toda sus tesis, Craipeau habla de las cosas más diversas, y casas muy ajenas al tema, pero no menciona una sola vez, el factor decisivo de la sociología marxista, es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas. Es precisamente por esto que toda su construcción permanece suspendida en el aire. Engaña con sombras terminológicas («clase», «no clase») en vez de entender la realidad. Cree que es suficiente atribuir el término «clase» a la burocracia con el fin de evitar la necesidad de analizar qué sitio ocupa la nueva sociedad en el desarrollo histórico de la humanidad. Queriendo forzarnos a no distinguir entre una sociedad que es absolutamente reaccionaria, que lesiona y hasta destruye las fuerzas productivas, y una sociedad que es relativamente progresista, puesto que ha asegurado un gran ascenso económico, Craipeau quiere imponemos la política de la «neutralidad» reaccionaria. ¡Sí, camarada Craipeau, reaccionaria!

Pero ¿es la burocracia una clase?

Se ve por lo anterior que podríamos muy bien dejar de analizar otra vez el problema que preocupa a Craipeau, que en sí mismo, está lejos de ser decisivo en época de guerra. Pero el problema del carácter social de la burocracia es a pesar de todo muy importante desde un punto de vista más general y no vemos ninguna razón para hacer la más ligera concesión a Craipeau en este nivel. Nuestro crítico cambia de argumentos sin la más mínima inconveniencia. Esta vez deduce su extraordinaria prueba, de una frase en La revolución traicionada en el sentido de que «todos los medios de producción pertenecen al estado y el estado pertenece, hasta cierto punto, a la burocracia» (el énfasis es mío). Craipeau está jubiloso. Si los medios de producción pertenecen al estado, y el estado a la burocracia, ésta se torna en el propietario colectivo de los medios de producción, y por eso solamente, en la clase poseedora y explotadora. El resto del argumento de Craipeau es casi de carácter puramente literario. Nos dice una vez más, con aire de polemizar contra mí, que la burocracia termidoriana es mala, rapaz, reaccionaria, sedienta de sangre, etcétera[444]. ¡Una verdadera revelación! ¡Sin embargo nunca dijimos que la burocracia stalinista fuera virtuosa! Solamente le negamos la calidad de clase en el sentido marxista, es decir, con respecto a la propiedad de los medios de producción. Pero ahí está Craipeau forzándome a negarme, puesto que reconocí que la burocracia trata al estado como su propiedad. «Y ésa es la solución al enigma».

Pero con este argumento ultrasimplificado Craipeau muestra una falta deplorable de sentido dialéctico. Nunca dije que la burocracia soviética era igual a la de la monarquía absoluta o del capitalismo liberal. La economía nacionalizada crea una situación completamente nueva para la burocracia y abre nuevas posibilidades, tanto de progreso como de degeneración.

Esto lo sabíamos, más o menos, aun antes de la revolución. La analogía entre la burocracia soviética y la del estado fascista es mucho mayor, sobre todo desde el punto de vista que nos interesa. La burocracia fascista trata también al estado como su propiedad. Impone severas restricciones al capital privado y provoca a menudo convulsiones en él. Podemos decir a manera de argumento lógico: si la burocracia fascista triunfó en imponer más y más su disciplina y restricciones a los capitalistas, sin resistencia efectiva de parte de éstos, esta burocracia podría gradualmente transformarse en una nueva «clase» dirigente absolutamente análoga a la burocracia soviética. Pero el estado fascista pertenece a la burocracia solamente «hasta cierto punto» (véase la cita anterior).

Ésas son tres palabras que Craipeau ignora deliberadamente. Pero tienen su importancia. Incluso son decisivas. Forman parte integral de la ley dialéctica de la transformación de cantidad en cualidad. Si Hitler[445] tratase de apropiarse del estado, y por esos medios, apropiarse completamente de la propiedad privada y no sólo «hasta cierto punto», tropezaría contra la oposición violenta de los capitalistas; esto abriría grandes posibilidades revolucionarias para los trabajadores. Hay sin embargo ultraizquierdistas que aplican a la burocracia fascista el razonamiento que Craipeau aplica a la soviética y colocan un rótulo igual entre los regímenes fascista y stalinista (algunos espartaquistas alemanes, urbahnistas, anarquistas, etcétera)[446]. Hemos dicho de ellos lo que decimos de Craipeau: su error está en creer que las bases de la sociedad pueden cambiarse sin revolución y contrarrevolución, desenvolviendo al revés la película del reformismo.

Pero aquí es donde Craipeau, todavía jubiloso, cita otra frase de La revolución traicionada con respecto a la burocracia soviética: «Si estas relaciones llegaran a ser estabilizadas, legalizadas y a volverse norma, sin ninguna resistencia o contra la resistencia de los trabajadores, terminarían en la liquidación completa de las conquistas de la revolución proletaria». Y concluye Craipeau: «Así, el camarada Trotsky contempla la posibilidad (en el futuro) de un tránsito sin intervención militar (?) del estado de los trabajadores, al estado capitalista. En 1933, se acostumbraba llamar a esto desenrollar al revés la película del reformismo». Se llama de la misma manera en 1937. Lo que para mí es un argumento puramente lógico, Craipeau lo considera un pronóstico histórico. Sin una guerra civil victoriosa, la burocracia no puede dar origen a una nueva clase dirigente. Ése era y sigue siendo mi pensamiento. Además lo que está sucediendo ahora en la Unión Soviética es solamente una guerra civil preventiva iniciada por la burocracia. Y sin embargo no ha tocado todavía las bases económicas del estado creadas por la revolución, las cuales, a pesar de toda su deformación y distorsión, aseguran un desarrollo sin precedentes de las fuerzas productivas.

Nadie ha negado la posibilidad —especialmente en el caso de prolongada decadencia mundial— de la restauración de una nueva clase poseedora resultante de la burocracia. La presente posición social de la burocracia, que por medio del estado tiene en sus manos «hasta cierto punto» las fuerzas productivas, es un punto de partida extremadamente importante para este proceso de transformación. Es, sin embargo, un problema de posibilidad histórica y no un hecho ya cumplido.

¿Es una clase el producto de causas económicas o políticas?

En La revolución traicionada traté de dar una definición del presente régimen soviético. Esta definición comprende nueve párrafos. Admitiré que esta serie de fórmulas descriptivas y cautelosas no es muy elegante. Pero trata de ser honrada con respecto a la realidad, lo cual siempre es una ventaja. Craipeau ni siquiera menciona esta definición. No opone otra a ella. No dice si la nueva sociedad explotadora, es superior o inferior a la antigua, y no se pregunta si esta nueva sociedad es una etapa inevitable entre el capitalismo y el socialismo o es solamente un «accidente» histórico. Sin embargo, desde el punto de vista de nuestra perspectiva histórica general, tal como esta formulada en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, la definición sociológica de la burocracia asume una importancia capital.

La burguesía vino al mundo como un elemento nacido de la nueva forma de producción; permaneció como una necesidad histórica mientras la nueva forma de producción agotaba sus posibilidades. Se puede hacer la misma aseveración con respecto a todas las clases sociales anteriores: dueños de esclavos, señores feudales, maestros obreros medioevales. En su tiempo eran los dirigentes y representantes de un sistema de producción, el cual tenía su lugar en el adelanto de la humanidad. ¿Cómo entonces evalúa Craipeau el lugar histórico de «la clase burocrática»? No dice nada sobre este problema decisivo. Sin embargo hemos repetido muchas veces con la ayuda del mismo Craipeau, que la degeneración del estado soviético es el producto del retardo de la revolución mundial, es decir, el resultado de causas políticas y «coyunturales», por así decirlo. ¿Puede uno hablar de una nueva… clase «coyuntural»? Lo dudo realmente. Si Craipeau consiente en verificar esta concepción más bien apresurada desde el punto de vista de la sucesión histórica de regímenes sociales, él mismo reconocerá seguramente que dar a la burocracia el nombre de clase dominante, es no solamente un abuso de terminología, sino por otra parte un gran peligro político que puede conducir a un descarrilamiento completo de nuestra perspectiva histórica. ¿Ve Craipeau razones suficientes para revisar la concepción marxista en este punto capital? En cuanto a mí, no veo ninguna. Ésa es la razón por la cual rehúso seguir a Craipeau.

Sin embargo, podemos y debemos decir que la burocracia soviética tiene todos los vicios de una clase dominante, sin tener ninguna de sus «virtudes» (estabilidad orgánica, ciertas normas morales, etcétera). La experiencia nos ha enseñado que el estado de los trabajadores es todavía un estado, es decir, un producto del pasado bárbaro; que es doblemente bárbaro en un país aislado y atrasado; que bajo condiciones desfavorables puede degenerarse hasta el punto de volverse irreconocible; que puede requerir una revolución suplementaria con el fin de regenerarlo. Pero el estado de los trabajadores continúa, sin embargo, como una etapa inevitable en nuestro camino. Esta etapa no puede ser superada, sino por la revolución permanente del proletariado internacional.

Y, ¿dónde está la dialéctica?

No puedo seguir la argumentación completa del camarada Craipeau punto por punto; porque para eso es necesario realmente recapitular la íntegra concepción marxista. El problema es que Craipeau no analiza los hechos como son, sino que más bien recoge argumentos lógicos a favor de una tesis preconcebida. Este método es en esencia, antidialéctico y por lo tanto antimarxista. Daré algunos ejemplos al respecto.

a) «El proletariado ruso perdió toda esperanza de poder político hace muchos años (…)». Craipeau se cuida de no decir exactamente cuando. Simplemente quiere crear la impresión de que nuestra tendencia ha alimentado ilusiones por «muchos años». Olvida decir que en 1923 la burocracia estaba muy trastornada y que solamente la derrota alemana y el desaliento del proletariado ruso que la siguió, restableció su posición[447]. Durante la revolución china, la crisis se repitió con aspectos similares. El primer plan quinquenal y las grandes conmociones que precedieron la subida de Hitler (1931-1933); amenazaban una vez más el dominio de la burocracia[448]. Finalmente ¿podemos dudar por un instante, que si la revolución española hubiese triunfado y los trabajadores franceses hubiesen sido capaces de desarrollar la ofensiva de mayo y junio de 1936 hasta su conclusión[449], el proletariado ruso habría recobrado su valor y combatividad y derrocado los termidorianos con un mínimo de esfuerzo? Es solamente una sucesión de las deprimentes y terribles derrotas en todo el mundo lo que ha estabilizado el régimen de Stalin. Craipeau opone el resultado, el cual es bastante contradictorio en sí mismo, al proceso que lo produjo y a nuestra política, la cual era un reflejo de este proceso.

b) Con el fin de refutar el argumento de que la burocracia manipula los recursos naturales solamente como una corporación gremial —que es extremadamente inestable— y que los burócratas aislados no tienen el derecho de disponer libremente de propiedad estatal, replica Craipeau: «Los burgueses tuvieron que esperar mucho tiempo antes de que pudieran transmitir a sus descendientes títulos de propiedad sobre los medios de producción. Al comienzo de los gremios, el jefe era elegido por sus compañeros (…)» etcétera. Pero Craipeau deja a un lado la friolera de que precisamente «al comienzo de los gremios», éstos no estaban divididos todavía en clases y que el jefe, no era «burgués» en el sentido moderno de la palabra. La transformación de cantidad en cualidad no existe para Craipeau.

c) «La propiedad privada está siendo restaurada, la herencia restablecida (…)». Pero Craipeau evita decir que es asunto de propiedad sobre objetos de uso personal, y no de medios de producción. De la misma manera olvida mencionar que la propiedad privada de los burócratas, aun aquéllos en altas posiciones, es nada en comparación con los recursos materiales hechos accesibles por sus empleos, y que precisamente la actual «purga», que con una plumada arroja miles y miles de familias de burócratas a la mayor pobreza, demuestra cuán enteramente frágiles son los vínculos entre los mismos burócratas —y mucho más entre sus familias— y la propiedad estatal.

d) La guerra civil preventiva, al ser dirigida en el momento por la camarilla dominante, demuestra otra vez, que esta última sólo puede ser derrocada por la fuerza revolucionaria. Pero puesto que esta nueva revolución debe desarrollarse en base a la propiedad estatal y la economía planificada, hemos caracterizado la caída de la burocracia como una revolución política para distinguirla de la revolución social de 1917. Craipeau encuentra que esta distinción «permanece en el dominio de la casuística». ¿Y por qué tanta severidad? Porque la recuperación del poder por el proletariado tendrá también consecuencias sociales. Pero las revoluciones burguesas y políticas de 1930, 1848 y setiembre de 1870 también tuvieron consecuencias sociales, en cuanto que cambiaron seriamente el reparto de la renta nacional. Pero mi querido Craipeau, todo es relativo en este mundo el cual no es una creación de formalistas de ultraizquierda. Los cambios sociales provocados por las llamadas revoluciones políticas, serios como fueron, realmente aparecen como secundarios cuando se comparan con la gran Revolución Francesa, la cual fue la revolución social burguesa por excelencia. Lo que le falta al camarada Craipeau es el sentido de las proporciones y el concepto de la relatividad. Nuestro joven amigo no está interesado en absoluto en la ley de transformación de cantidad en cualidad. Y sin embargo es la ley más importante de la dialéctica. La verdad es que las autoridades del mundo académico burgués encuentran que la dialéctica en sí misma es el «dominio de la casuística».

e) No es por casualidad que Craipeau está inspirado por la sociología de M. Yvon[450]. Las observaciones personales de Yvon son honestas y muy importantes. Pero no es por accidente que ha encontrado refugio en el pequeño puerto de Revolution proletarienne[451]. Yvon está interesado en la «economía», en el «taller» —para usar la palabra de Proudhon— y no en «política», es decir, en economía generalizada. Pertenece, formalmente, a la escuela proudhonista; esto le permitió precisamente permanecer neutral durante la lucha entre la Oposición de Izquierda y la burocracia; no comprendió que el destino del «taller» dependía de ella[452]. Lo que tiene que decir acerca de la lucha por «la herencia de Lenin» sin distinguir las tendencias sociales —¡aún hoy en 1937!— revela claramente su concepción totalmente pequeñoburguesa, y no revolucionaria en absoluto. La noción de clase es una abstracción para Yvon, la cual sobreimpone sobre la abstracción «taller». ¡Es realmente triste que Craipeau no encuentre otra fuente de inspiración teórica!

El social-patriotismo y la defensa de la Unión Soviética

Todo este andamiaje sociológico, desgraciadamente muy frágil, solamente sirve a Craipeau, como lo hemos dicho, para rehuir la necesidad de distinguir entre la Unión Soviética y los estados imperialistas durante la guerra. Los dos últimos párrafos de su tratado los cuales tienen que ver con este tema son particularmente reveladores. Craipeau nos dice: «Toda guerra europea o mundial se da en nuestros días por conflictos imperialistas y sólo los tontos stalinistas o reformistas pueden creer que los puntos de lucha de la futura guerra serán el régimen fascista o democrático». Noten bien esta tesis magistral: de alguna manera simplificada, es verdad, pero sin embargo tomada, esta vez, del arsenal marxista. Inmediatamente después de esto, con el fin de criticar y caracterizar a la Unión Soviética como «campeona de la guerra imperialista», Craipeau nos dice: «En el campo de Versalles, su diplomacia (la de la Unión Soviética) juega ahora el mismo papel animador de la diplomacia hitleriana en el otro campo». Admitámoslo. ¿Pero el carácter imperialista de la guerra está determinado por el papel provocador de la diplomacia fascista? En absoluto. «Solamente los tontos stalinistas o reformistas pueden creerlo». Y espero que nosotros los demás no vamos a aplicar el mismo criterio al estado soviético. Se es un derrotista en los países imperialistas —¿no es así?— porque se quiere aplastar el régimen de la propiedad privada y no porque uno desea castigar algún «agresor». En la guerra de Alemania contra la Unión Soviética, será una cuestión de cambiar la base económica de esta última en cuanto concierne a los imperialistas y no de castigar a Stalin y Litvinov[453]. ¿Y entonces? Craipeau ha establecido su tesis fundamental exclusivamente con el fin de tomar de inmediato el camino opuesto. El peligro, el verdadero peligro, consiste, de acuerdo con él, en que los social-patriotas de todo calibre tomarán la defensa de la Unión Soviética como un pretexto para una nueva traición. «En esas condiciones cualquier equivocación en nuestra actitud se vuelve fatal». Y en conclusión: «Hoy es necesario elegir entre la defensa incondicional de la Unión Soviética, es decir (!!!), el sabotaje de la revolución en nuestro país y en la Unión Soviética, o el derrotismo y la revolución».

Henos aquí. No se trata, en absoluto, del carácter social de la Unión Soviética —¿qué importa eso?— puesto que, de acuerdo a Craipeau, la defensa del estado de los trabajadores, aun cuando fuese auténtico, implica que el proletariado de los países aliados imperialistas concluya una unión sagrada con su propia burguesía. «Y existe la solución al enigma» como dicen otros. Craipeau cree que en la Guerra —guerra con mayúscula— el proletariado no debería estar interesado en si es una guerra contra Alemania, la Unión Soviética o contra un Marruecos sublevado, porque en todos estos casos es necesario proclamar el «derrotismo sin frases» como la única posibilidad de escapar al apretón del social-patriotismo. Una vez más vemos, y con qué claridad, que el ultraizquierdismo es siempre un oportunismo que tiene miedo de sí mismo y exige garantías absolutas —esto es, garantías no existentes— para seguir fiel a su bandera. Este tipo de intransigencia recuerda al hombre tímido y débil, quien al enfurecerse, grita a sus amigos: ¡Deténganme que voy a hacer algo terrible! ¡Dénme tesis herméticamente selladas, pongan pantallas impenetrables sobre mis ojos, de lo contrario… voy a hacer algo terrible! ¡Realmente hemos encontrado la solución al enigma!

¿Pero en todo caso, Craipeau duda, por ejemplo, del carácter proletario del estado soviético entre 1918 y 1923 o por lo menos, con el fin de hacer concesión a la ultraizquierda, entre 1918 y 1921? En ese período el estado soviético maniobró en la arena internacional y buscó aliados temporales. Al mismo tiempo, es precisamente en ese período que el derrotismo se hizo un deber para todos los trabajadores de los países imperialistas, tanto de los «enemigos» como de los «aliados» temporales. El deber de defender a la Unión Soviética nunca significó para el proletariado revolucionario dar un voto de confianza a su burguesía. La actitud del proletariado en tiempo de guerra es la continuación de su actitud en tiempo de paz. El proletariado defiende a la Unión Soviética con su política revolucionaria, nunca subordinada a la burguesía, pero siempre adaptada a circunstancias concretas. Ésa fue la enseñanza de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. ¿Exige Craipeau una revisión retrospectiva de esta enseñanza?

Si Blum en vez de declarar la pérfida «no intervención» —siempre a las órdenes del capital financiero— hubiera apoyado a Caballero y Negrín con su democracia capitalista, ¿hubiera renunciado Craipeau a su oposición irreductible contra el gobierno del «Frente Popular»? ¿O habría renunciado al deber de distinguir entre los dos campos que se enfrentaban en España y de adaptar su política a esta distinción?

Lo mismo se aplica al Lejano Oriente. Si Chiang, siguiendo a Inglaterra, declarara mañana la guerra contra el Japón, ¿va Craipeau a participar en una unión sagrada con el fin de ayudar a China? ¿O proclamará por el contrario, que para él no hay diferencia entre China y Japón que pueda influenciar su política? La alternativa de Craipeau: o la defensa de la Unión Soviética, de Etiopía, de la república española, de la China colonial, etcétera, para concluir una unión sagrada, o derrotismo completo, herméticamente sellado y de alcance cósmico; esta alternativa fundamentalmente falsa, se hará polvo ante la primera prueba de los hechos y abrirá las puertas ampliamente para el tipo más craso de social-patriotismo.

«¿Nuestras propias tesis sobre la guerra —pregunta Craipeau— están exentas de cualquier equivocación sobre este problema?»[454] ¡Desgraciadamente no! Al analizar la necesidad del derrotismo, subrayan que «en el carácter de las acciones prácticas puede haber diferencias considerables provocadas por la situación concreta de la guerra»: Por ejemplo, la tesis señala que, en caso de guerra entre la Unión Soviética y el Japón, debemos «no sabotear el envío de armas a la Unión Soviética»; en consecuencia no debemos instigar huelgas que saboteen la manufactura de arma, etcétera. Es difícil no creer en lo que vemos. Los hechos han confirmado nuestras tesis notablemente en este sentido, con una fuerza indiscutible, y especialmente en Francia. Las reuniones de trabajadores vibraron por meses con el grito: «Aeroplanos para España». Imaginen por un momento que Blum hubiera decidido enviar algunos. Imaginen que en este preciso momento estuviera en curso una huelga de estibadores o marineros. ¿Qué habría hecho Craipeau? ¿Se habría opuesto al grito «Aeroplanos para España»? ¿Habría aconsejado a los trabajadores en huelga hacer una excepción para esta carga de aeroplanos? Pero la Unión Soviética envió realmente aeroplanos (a un precio bastante alto y con la condición de apoyar el régimen capitalista, eso lo sé muy bien). ¿Habrían exhortado los bolcheviques leninista a los trabajadores soviéticos a sabotear estos cargamentos? ¿Sí o no? Si mañana los trabajadores franceses supieran que dos barcos de municiones estaban siendo preparados para enviarlos uno al Japón y el otro a China, ¿cuál sería la actitud de Craipeau? Lo considero lo suficientemente revolucionario para exhortar a los trabajadores a sabotear el barco destinado a Tokio y dejar salir el barco para China, sin esconder sin embargo su opinión sobre Chiang Kai-shek y sin expresar la más mínima confianza en Chautemps. Eso es precisamente lo que dice nuestra tesis: «En el carácter de las acciones prácticas puede haber diferencias considerables provocadas por la situación concreta de la guerra». Las dudas eran todavía posibles en lo relativo a esta fórmula en el momento en que los esbozos de la tesis eran publicados. Pero hoy, después de la experiencia de Etiopía, España y la guerra chino-japonesa[455], cualquiera que hable de equivocación en nuestras tesis me parece un borbón ultraizquierdista, que no quiere saber nada ni olvidar nada.

Camarada Craipeau, el error está completamente de su parte. Su artículo está lleno de equivocaciones y es tiempo de librarse de ellas.

Sé muy bien que aun en sus errores está guiado por su odio a la opresión de la burocracia termidoriana. Pero los simples sentimientos, no importa cuán legítimos, no pueden remplazar una política correcta basada en hechos objetivos. El proletariado tiene razones suficientes para derrocar y expulsar a la burocracia stalinista corrompida hasta los huesos. Pero precisamente por eso no puede dejarle directa o indirectamente esa tarea a Hitler o al Mikado. Stalin derrocado por los trabajadores: he aquí un gran paso hacia el socialismo. Stalin aplastado por los imperialistas: es la contrarrevolución triunfante. ¡Ése es el sentido preciso de nuestra defensa de la Unión Soviética a escala mundial, análoga, desde este punto de vista, a la defensa de la democracia a escala nacional!

Escritos , Tomo V
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
Section0095.xhtml
Section0096.xhtml
Section0097.xhtml
Section0098.xhtml
Section0099.xhtml
Section0100.xhtml
Section0101.xhtml
Section0102.xhtml
Section0103.xhtml
Section0104.xhtml
Section0105.xhtml
Section0106.xhtml
Section0107.xhtml
Section0108.xhtml
Section0109.xhtml
Section0110.xhtml
Section0111.xhtml
Section0112.xhtml
Section0113.xhtml
Section0114.xhtml
Section0115.xhtml
Section0116.xhtml
Section0117.xhtml
Section0118.xhtml
Section0119.xhtml
Section0120.xhtml
Section0121.xhtml
Section0122.xhtml
Section0123.xhtml
Section0124.xhtml
Section0125.xhtml
Section0126.xhtml
Section0127.xhtml
Section0128.xhtml
Section0129.xhtml
Section0130.xhtml
Section0131.xhtml
Section0132.xhtml
Section0133.xhtml
Section0134.xhtml
Section0135.xhtml
Section0136.xhtml
Section0137.xhtml
Section0138.xhtml
Section0139.xhtml
Section0140.xhtml
Section0141.xhtml
Section0142.xhtml
Section0143.xhtml
Section0144.xhtml
Section0145.xhtml
Section0146.xhtml
Section0147.xhtml
Section0148.xhtml
Section0149.xhtml
Section0150.xhtml
Section0151.xhtml
Section0152.xhtml
Section0153.xhtml
Section0154.xhtml
Section0155.xhtml
Section0156.xhtml
Section0157.xhtml
Section0158.xhtml
Section0159.xhtml
Section0160.xhtml
Section0161.xhtml
Section0162.xhtml
Section0163.xhtml
Section0164.xhtml
Section0165.xhtml
Section0166.xhtml
Section0167.xhtml
Section0168.xhtml
Section0169.xhtml
Section0170.xhtml
Section0171.xhtml
Section0172.xhtml
Section0173.xhtml
Section0174.xhtml
Section0175.xhtml
Section0176.xhtml
Section0177.xhtml
Section0178.xhtml
Section0179.xhtml
Section0180.xhtml
Section0181.xhtml
Section0182.xhtml
Section0183.xhtml
Section0184.xhtml
Section0185.xhtml
Section0186.xhtml
Section0187.xhtml
Section0188.xhtml
Section0189.xhtml
Section0190.xhtml
Section0191.xhtml
Section0192.xhtml
Section0193.xhtml
Section0194.xhtml
Section0195.xhtml
Section0196.xhtml
Section0197.xhtml
Section0198.xhtml
Section0199.xhtml
Section0200.xhtml
Section0201.xhtml
Section0202.xhtml
Section0203.xhtml
Section0204.xhtml
Section0205.xhtml
Section0206.xhtml
Section0207.xhtml
Section0208.xhtml
Section0209.xhtml
Section0210.xhtml
Section0211.xhtml
Section0212.xhtml
Section0213.xhtml
Section0214.xhtml
Section0215.xhtml
Section0216.xhtml
Section0217.xhtml
Section0218.xhtml
Section0219.xhtml
Section0220.xhtml
Section0221.xhtml
Section0222.xhtml
Section0223.xhtml
Section0224.xhtml
Section0225.xhtml
Section0226.xhtml
Section0227.xhtml
Section0228.xhtml
Section0229.xhtml
Section0230.xhtml
Section0231.xhtml
Section0232.xhtml
Section0233.xhtml
Section0234.xhtml
Section0235.xhtml
Section0236.xhtml
Section0237.xhtml
Section0238.xhtml
Section0239.xhtml
Section0240.xhtml
Section0241.xhtml
Section0242.xhtml
Section0243.xhtml
Section0244.xhtml
Section0245.xhtml
Section0246.xhtml
Section0247.xhtml
Section0248.xhtml
Section0249.xhtml
Section0250.xhtml
Section0251.xhtml
Section0252.xhtml
Section0253.xhtml
Section0254.xhtml
Section0255.xhtml
Section0256.xhtml
Section0257.xhtml
Section0258.xhtml
Section0259.xhtml
Section0260.xhtml
Section0261.xhtml
Section0262.xhtml
Section0263.xhtml
Section0264.xhtml
Section0265.xhtml
Section0266.xhtml
Section0267.xhtml
Section0268.xhtml
Section0269.xhtml
Section0270.xhtml
Section0271.xhtml
Section0272.xhtml
Section0273.xhtml
Section0274.xhtml
Section0275.xhtml
Section0276.xhtml
Section0277.xhtml
Section0278.xhtml
Section0279.xhtml
Section0280.xhtml
Section0281.xhtml
Section0282.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml
notas2.xhtml