En respuesta a Selden Rodman[370]
22 de setiembre de 1937
La economía socialista descansa sobre el principio de los «vínculos» nacionales e internacionales y, debido a ese hecho, exige el equilibrio riguroso entre todas las ramas de la industria. Esto presupone la centralización científica de toda la economía. El anarquismo (forma extrema del liberalismo) rechaza la centralización y, así, entra en conflicto con las exigencias fundamentales de la economía. Sólo un grado más elevado de centralización puede garantizar el pleno desarrollo de las fuerzas productivas En este rumbo, las posibilidades son ilimitadas. El ingreso nacional aumentará, diez, cincuenta, cien o más veces, en comparación con el ingreso nacional de los países capitalistas más ricos.
Sobre esta nueva base tecnológica y económica, la personalidad humana, liberada de la necesidad humillante de «llenarse la barriga», alcanzará la plena madurez. Cada cual dispondrá de una cantidad de bienes primarios y energía eléctrica (o de otra forma de energía en un plano más elevado) para realizar trabajo creativo en todas las esferas: tecnología, ciencia, escultura, pintura, etcétera… Podemos anticipar que entonces el trabajo manual se desarrollará en el contexto más elevado de la sociedad socialista; mas no como una tarea semiesclava, sino como arte, con ayuda del poder científico y técnico.
Los reaccionarios sueñan con conservar el artesano actual. Por regla general, disfrazan este objetivo tras la máscara de las consideraciones estéticas. En realidad, tratan de prolongar la vida de la pequeña burguesía, utilizada por el gran capital como base social. A veces estos caballeros tratan de ocultarse tras la fraseología «socialista». Es sabido que esas tendencias nutrieron al fascismo, que ha exaltado al artesano, adulado a la pequeña burguesía y al campesinado, los ha alineado contra el proletariado y convertido en sus tropas de choque al servicio del capital financiero.