NO QUIERO MÁS CUENTOS
El abuelo empieza a huir de los espejos. La nube de la abuela es cada día un poco menos dulce. Mamá se pasa el día hablándonos a todos con los ojos clavados en los nuestros, repasando las letras una a una como si se dirigiera a uno de sus peores alumnos. Papá trata de arrancarnos sonrisas a todos, no se cansa: hace el crucigrama con el abuelo, prepara cenas de cuchara con la abuela, a mamá la abraza más que nunca y a mí quiere contarme cuentos de aviones todas las noches.
—Creo que no quiero más cuentos. Quiero leer solo.
—Claro.
—Pero si algún día me apetece uno…
—Cuando quieras.
—Es que a lo mejor sí que ya soy mayor.
—A lo mejor sí, pero no por querer cuentos serías pequeño.
—Ya lo sé. Quiero leer el libro de fábulas que me ha regalado el abuelo. Dice que él ya no puede contarme ninguna más, que no le quedan.
—¡Es que te ha contado ya un montón!
—Todas las que recordaba…
Papá se ha levantado, me ha acariciado la cabeza y me ha mirado como si no fuera su hijo.
—No tienes que dejar de ser niño, pase lo que pase. Yo sigo siéndolo, cuando me dejan.
Y ha vuelto a hacerme sonreír.