NUESTRA LOREN
—¡Ay, esa cinturita, Caterina!
El abuelo abraza a la abuela por detrás y la llama guapa con todas las palabras que le quedan. Ella sonríe mirando al vacío, al vacío o a todos los recuerdos de felicidad que tiene con el abuelo, y entonces se da la vuelta y se dan un beso y si está mamá me hincho porque sé que esos besos la hacen feliz, pero si estoy solo o con papá me entra una especie de vergüenza y dejo solos a los abuelos.
La cinturita de la abuela tiene trampa, que yo ya sé que lleva faja. Es una cosa que te aprieta hasta justo antes de dejarte sin respiración, según la abuela para que no tengas dolor de espalda y según mamá porque estás hecha una presumida incorregible. Yo, en cambio, creo que se la pone para que no se acaben nunca los abrazos del abuelo.
—¡Mi Loren! ¿Habéis visto lo bien que se conserva? —Y cuando dice eso me imagino a la abuela enlatada y metida en la nevera, aunque ya sé que es una forma de decir que sigue estando estupenda—. ¡Si parece de ciudad!
Y es que la abuela Caterina siempre va arreglada y perfumada, da igual que esté en Barcelona o trabajando en Vilaverd, da igual que tenga que salir o no vaya a moverse de la cocina o la azotea. Desde que se levanta hasta que se acuesta va acicalada y con su faja, y con las mejillas de rojo postizo, porque se pone un puntito con el lápiz de labios y luego se lo restriega con un poco de saliva en el dedo.
Me gusta ver cómo se arregla, cómo elige los pendientes y el collar a juego con el vestido, porque siempre lleva vestido o falda, no la he visto nunca con pantalones, cómo se pinta los labios y me enseña los dientes para que le diga si se los ha manchado de rojo, cómo se perfuma con insistencia y cómo al final se esconde un pañuelito de hilo en el escote. Los ojos no se los pinta porque lleva gafas, unas gafas de montura dorada que le hacen las pupilas grandes y las pestañas largas, y que cuando se las quita parece un topo.
La abuela sin gafas, ni lápiz de labios, ni faja es una viejecita indefensa, lo sé porque cuando la operaron hace un año la vi en camisón, despeinada, sin gafas y medio adormilada y tuve que añadirle mentalmente todos los adornos para reconocerla del todo.
El abuelo la llama Loren porque dice que se parece a Sophia Loren, que es una actriz italiana de las de antes, guapísima y con una cinturita parecida a la de la abuela, aunque seguro que cuando se acuesta está tan indefensa y tan frágil como la abuela Caterina y quizá no tiene a ningún Joan que la abrace y le dé besos que la hinchen.