TU ABUELO
—Llama a tu abuelo, que vamos a cenar enseguida.
Cuando la abuela dice «tu abuelo», nos saltan todas las alarmas.
La abuela Caterina casi siempre está de buen humor. «Casi», he dicho. Cuando no lo está, el que recibe es el abuelo, que es el primero al que deja de hablar.
Los días se dividen entre los «Rey, ya está la cena, llama al niño» y los «Llama a tu abuelo, que vamos a cenar enseguida». De los primeros hay más que de los segundos. O había. Hace unos días que ese «tu abuelo» lo oigo todas las noches.
Y las clonecitas discuten poco, más bien cuchichean en la cocina. Cierran del todo la puerta, como cuando mamá hace sardinas a la brasa o cuando papá se empeña en que toca cenar col. Pero no son malos olores lo que no puede salir de allí.
Mientras la puerta está cerrada, el abuelo no aparta la vista del pomo, yo diría que ni parpadea, que cuenta los segundos y, cuantos más pasan, más se le vacía la mirada.
Y siempre es la abuela la que aparece primero cuando se abre la puerta, y busca con prisa los ojos del abuelo, que se llenan de luz al toparse con los suyos.