EL CORAZÓN NO OLVIDA
Salgo de mi cuarto y en casa todo sigue como siempre, como el siempre que hay ahora. La abuela está en la cocina preparando la cena que pide su tiempo y el abuelo se ha sentado en la butaca. Me acerco y veo que se ha quedado dormido con la mano en el pecho. Me digo que está agarrando la memoria buena. Abre los ojos. No dormía.
—¿Qué hacías, abuelo?
—Repasaba cosas.
—¿Qué cosas?
—Las que quiero contarte antes de que se me olviden.
—Pero ¿no hemos quedado en que lo importante lo tienes en el corazón?
El abuelo me mira y pone una sonrisa nueva que se me queda clavada en la garganta.
—¿Puede ser que ya te lo haya contado todo?
Me cuesta un rato entender que no es que no quiera contarme nada más, que no vaya a haber más conversaciones, sino que el abuelo se ha alegrado de ver que no olvido nada de lo que me dice.
—No, no me lo has contado todo. Hay una historia…
—La de mi sauce llorón. Ya sé que te la debo. Es que me entristece recordarla, pero si no quiero que desaparezca conmigo…
—Tú no vas a desap…
—¡Jan!
Callamos hasta que el silencio ya no hace ruido y el abuelo puede volver a hablar.
—Mi sauce llorón también dejó una o cuando se fue.
—¿Una o?
—Una o que después también desapareció.
—¿Cómo?
—Lo talaron y quedó el tocón. Solo unos días. Después lo arrancaron y cubrieron la plaza con cemento.
—Mamá ya sabe la historia del sauce llorón, ¿no?
—Sí, de pequeña se la contaba y ella me lo dibujaba con tiza en la placita para que no lo echara de menos.
—¡Lo vi en una foto!
—Las fotos van muy bien para recordar…
—Pero de tu sauce llorón no tienes ninguna, ¿verdad?
—No. Y mejor.
—¿Mejor?
—Así lo recuerdo como quiero.