UN AGUJERO EN LOS PANTALONES
La abuela me ha sobrado durante todo el camino. Quería estar solo con el abuelo, seguir con nuestras preguntas, ir entendiendo qué le pasa, pero con ella ha habido que tener conversaciones de esas de pasar el tiempo que tienen los mayores, cuando hablan para no quedarse callados y no dicen nada.
El abuelo se ha dado cuenta de mi incomodidad y al llegar a casa se me ha llevado a mi cuarto mientras la abuela se descalzaba.
—Ella no tiene la culpa, que no se te olvide.
—Es la enfermedad.
—Sí. La abuela también lo pasa mal. Hablar contigo le irá muy bien.
—Y contigo.
—Sí, pero yo pronto…
Por suerte, la abuela ha abierto la puerta justo en ese momento:
—Jan, he visto que tenías un agujero en los pantalones. Quítatelos y tráemelos. Y me cuentas cómo te lo has hecho.
Cuando ha cerrado la puerta, el abuelo me ha mirado a los ojos para decirme:
—La abuela cuando cose no te mira, pero te oye.