LAS NARANJAS
De postre mamá puso el frutero en el centro de la mesa y el abuelo cogió una naranja. Le hizo unos cuantos cortes con el cuchillo y luego la peló con los dedos.
La naranja era un reloj, las manos del abuelo la manipulaban con unos movimientos calculados, como si en cualquier momento pudiera ponerse a hacer tictac.
—¿Quieres?
Y me ofreció un gajo con los dedos relucientes.
Ahora sé que las naranjas están más ricas si las pela un relojero.