LÍNEAS Y CÍRCULOS
Por la noche, papá me cuenta una historia con hache minúscula llena de caballeros y gestas increíbles que no se acaban nunca. Y tiene que venir mamá a avisarnos de que es tarde y hay que dormir.
—¡Más guapa que la reina Ginebra!
Papá y mamá se dan un beso y me doy cuenta de que a los tres nos hacía falta un momento como este, un momento medieval, de Jan sin o, mamá sin ojos de cristal y papá artúrico.
Me duermo y enseguida empiezo a soñar. Desde que los abuelos viven en casa, me acuerdo de todos los sueños.
—¿Dónde tienes hoy la cabeza, Jan?
Durante el desayuno vuelvo a repasar lo que he soñado. Papá dibujaba una línea en el suelo con una espada. El abuelo lo perseguía dibujando círculos con una rama, en una línea paralela a la de papá. Y yo los miraba con una espada en una mano y una rama en la otra y me dolía mucho la cabeza. Entonces dejaba la rama en el suelo para restregarme la frente, y los círculos y el abuelo desaparecían, y la línea de papá era más profunda y me pedía que lo ayudara a repasarla con mi espada. Pero yo volvía a dibujar los círculos del abuelo en una línea paralela a la de papá, y esa vez, como los hacía con la espada, no desaparecían.