DOS MEMORIAS
Estoy mucho más tranquilo desde que sé que tenemos dos memorias.
En el cuaderno de matemáticas, mientras repasamos los resultados de los últimos ejercicios que hemos hecho, escribo «cabeza» y «corazón», hago dos columnas y trato de descubrir qué recuerdos van en cada lado.
De repente, en la o del corazón veo la o del abuelo que yo no tengo y me la imagino llena de todo lo que no quiere que se le borre. Y todo encaja. Porque la o también es un reloj y el corazón hace tictac al latir.
—Todos los recuerdos que no quieres perder están dentro de la o, ¿verdad, abuelo?
Muerdo el bocadillo y espero su respuesta. Pero pasan las calles y los árboles y el abuelo sigue mirándose muy callado los pies que andan solos.
Cuando ya estamos a dos portales de casa, el abuelo se para y me sienta en un banco de la Ronda.
—Mi o será tuya cuando me vaya, Jan.
—¡Abuelo!
—Jan…
—Pues cuéntame todo lo que tienes dentro. La historia de tu sauce llorón…
—No tardaré.