RELOJ
Cuando quedaba poco para las cinco, he vuelto a quedarme atrapado mirando el reloj de clase.
—¿De qué te ríes, Jan?
Pero ha sonado el timbre y he salido a todo correr hasta que me he topado con el abuelo entre la gente.
—¡La o es un reloj!
—Respira, tarambana. ¿Qué dices?
—La o, la o que yo no tengo y tú sí. Es un reloj, abuelo.
El abuelo ha sonreído y me ha dicho que ya sabía qué iba a comprarme para merendar, que los viernes toca dulce.
De camino a la panadería, me he notado un escozor en la mejilla, el de la o que me ha dibujado mamá esta mañana. Iba a restregármela bien fuerte otra vez por miedo a que me la viera el abuelo, pero, al llevarme la mano a la cara, el dedo índice la ha repasado suavemente una y otra vez hasta que el panadero nos ha dicho hola con la o que le he dejado.