MERENDAR
Ahora meriendo mejor. La abuela me hace el bocadillo media hora antes de que salga del cole y el abuelo me lo lleva cuando va a recogerme. Antes me lo hacía mamá por la mañana y lo llevaba todo el día en la mochila, ablandándose.
La merienda es lo único que ha mejorado con el cambio. El pan cruje, elijo lo que quiero que lleve dentro y me lo como acompañado del abuelo, que parece un poco más feliz con cada mordisco que le doy.
—¡Te envidio esa hambre, Jan!
Y cuando dice eso me pasa los dedos por el pelo y me despeina, y yo me aparto su mano de la cabeza sin dejar de masticar.
—¿Quieres?
—No, no. Ese es el problema, que no quiero.
Así que me acabo el bocadillo un par de calles antes de llegar a casa sin entender para qué quiere el abuelo mi hambre, él que siempre dice que de pequeño pasó tantísima.