LAS CLONECITAS
«Son como dos gotas de agua, —dice el abuelo cuando mamá y la abuela discuten—. No discutimos, nosotras siempre hablamos así», responden una u otra si se lo echas en cara. Y lo mejor que puedes hacer es dejarlas solas.
Ahora ya sé que eso de que son como dos gotas de agua quiere decir que son iguales, me lo explicó el abuelo, y entonces se metió en el despacho de mis padres y salió con un álbum lleno de polvo para enseñarme unas fotos de cuando la abuela tenía la edad de mamá:
—¡Son clones! —dije.
Desde aquel día, mamá y la abuela son «las clonecitas». Ellas no lo saben, pero es que el abuelo y yo tenemos unos cuantos secretos.
En una de las fotos salía la abuela sentada en el banco de piedra de delante de su casa, con el delantal puesto, y mamá hacía garabatos en el suelo de cemento con una tiza. Al lado había un árbol dibujado, muy grande, casi de tamaño real.
—Mi sauce llorón —me dijo el abuelo—, un día te lo contaré.