JAN, HIJO
El día que tenían que llegar los abuelos cargados de maletas y paquetes, me mandaron a casa de Moisès, un amigo del cole. Me dejaron quedarme a dormir, y eso tendría que haberme alegrado.
—¿A qué quieres que juguemos?
—A lo que tú quieras.
Hicimos un castillo de piezas de Lego que ocupó todo el suelo del cuarto de Moisès. Su madre pidió pizzas para cenar y su padre nos dejó ver la mitad de una película de superhéroes. Los tres se esforzaron tanto para que estuviera contento que me puse aún más triste.
A la hora de acostarnos, la madre de Moisès se sentó al pie de mi plegatín y no dejó de restregarme las piernas con la mano mientras su padre nos contaba un cuento.
—Jan, hijo, trata de dormir —me dijo después de darme un beso de buenas noches.
Y me desactivé.