BOSQUE DE CARAS
Hoy entre el bosque de caras de las cinco estaba la montura dorada de la abuela, y su nube de perfume incluía a todos los demás padres y abuelos que esperaban. A todos menos al abuelo, que se ha quedado un poco atrás, borrado.
—¡Me hacía ilusión venir! —me ha dicho mientras me daba la merienda.
Yo tenía una pregunta pensada para el abuelo y no sabía si hacerla, pero su mirada me ha hecho cambiar de idea.
—¿Y de qué habláis el abuelo y tú al volver del cole? Siempre os oigo llegar a casa muy animados…
He recordado a Berta, la profesora de teatro, que siempre nos dice que tenemos que hablar sonriendo, que las palabras tienen que salirnos de la sonrisa, y cuando lo dice sonríe exageradamente y da un poco de miedo, según cómo. La abuela llevaba una sonrisa de teatro.
—De las calles, de los árboles, no lo sé.
Las conversaciones con el abuelo explicadas a la abuela resultan aburridas.
—¿Y qué decís de los árboles?
—Que tienen todas las respuestas.
—Pues voy a preguntarles de qué hablaremos mañana.
Cuando la abuela ha dicho «mañana» he mirado al abuelo y se había borrado un poco más. Entonces he entendido que nunca volverá a ir a recogerme él solo porque podría perderse, como se pierde su memoria por un agujero que es la enfermedad.