LA NOCHE
Nos hemos pasado la mañana yendo de un lado a otro por casa de los abuelos, rebuscando en los muebles que no vamos a llevarnos a Barcelona para comprobar que no nos habíamos dejado nada y al mismo tiempo tratando de memorizar cada rincón. Papá ha sacado fotos de todo, como por lo visto ha estado haciendo en las visitas de las últimas semanas. Y Antonio, que ha venido con su padre a echarnos una mano, nos ha sacado una foto a todos en la azotea, de recuerdo. El abuelo dice que quiere que la enmarquemos y la colguemos en su cuarto, y cuando dice eso no sé si se refiere al de Barcelona o al de Vilaverd, y tampoco sé si lo sabe él.
A mediodía hemos ido a darle las llaves al señor Batet, que se encargará de vender la casa. Cuando hemos salido se nos ha hecho de noche. Los cinco nos hemos oscurecido a la vez y nos ha entrado una prisa rara por irnos de allí, así que papá ha propuesto comer en Montblanc y todos hemos aceptado encantados.
Y una vez sentados a la mesa se nos ha vuelto a hacer de día. De cara hacia fuera éramos una familia feliz que almorzaba en un restaurante en domingo. He hecho un gran esfuerzo para no mirarme de cara adentro hasta que hemos vuelto a estar en casa. Y a partir de ahora cuando diga «en casa» será siempre la de los cinco.