PODEMOS SER CIGARRAS
No sabía que el cuento de la cigarra y la hormiga era una fábula. Papá me lo había leído hacía tiempo, pero si lo contaba el abuelo los dos insectos me caían mejor.
—O sea, que tenemos que hacer lo mismo que la hormiga, ¿verdad, abuelo? —dije al terminar para que se pusiera contento.
—No, también podemos ser cigarras.
—Pero entonces en invierno…
—Tú olvídate del invierno, que aún no ha llegado.
Y me pareció que lo decía un poco enfadado.
Entonces me vinieron a la cabeza las hormigas que habíamos visto por la tarde, todas en fila india trajinando miguitas de pan.
—¿Y si alguien las pisa antes de que lleguen a su hormiguero, abuelo?
Sabía que el abuelo me había visto las hormigas en los ojos, que no hacía falta que le dijera nada más para que me entendiera. Se encogió de hombros, como si ahí tuviera la respuesta. Las fábulas hacen pensar más que los cuentos, creo.