LOS BOTONES
Me he lanzado encima del abuelo y lo he abrazado muy fuerte, pegando la nariz a su cuello, a su olor a jabón de la ropa y a espuma de afeitar. Le he mirado los botones, todos abrochados como siempre, y he pensado que llegará un día que quizá no sabrá abrochárselos. He tocado uno y he decidido que se los abrocharé yo, que el abuelo siempre irá bien abrochado. Y cuando he pensado eso me han entrado ganas de llorar y he escondido la cara en su hombro. Entonces he oído que caía al suelo una ficha de dominó.