Adela Naranjo es ecuatoriana. Actualmente trabaja en España.
La madrugada del 14 de julio de 2007 se despertó de pronto. Serían las tres o las cuatro.
No supo por qué, pero terminó levantándose. Su marido dormía a su lado.
Adela caminó hacia la puerta del dormitorio y, de pronto, lo vio…
Era una persona joven…
Yo no lo conocía…
Me fui tras él y le llamé la atención, preguntándole quién era…
Lo hice varias veces, pero no respondió…
Ni siquiera se volvió…
Aparentaba veinte años…
Tenía la piel blanca y los cabellos rubios…
Era un hombre…
Vestía camisón (guayabera) de color blanco y pantalones, también blancos…
En la mano derecha cargaba un maletín negro…
Se dirigió al dormitorio de la señora…
¿Quién era? ¿Cómo entró en la casa? ¿Qué hacía allí?…
Entró en el dormitorio de la señora, que se encontraba durmiendo, y dejó el maletín en el suelo…
Se inclinó sobre ella y le cogió la cara con las manos…
Después le dio un beso en la frente…
La señora no se despertó…
A continuación tomó de nuevo el maletín y salió de la habitación…
Al pasar por detrás de mí sentí un frío helador. Era como un viento helado…
Lo seguí con la vista y desapareció…
En ese momento desperté. Me hallaba en el dormitorio de mi señora, de pie, y agarrada a la barandilla de la cama…
No sé qué había sucedido…
Salí al pasillo, pero no encontré a nadie…
Entré en mi alcoba y desperté a mi marido, contándole lo ocurrido…
Él pensó que todo había sido un sueño y me dijo que me acostase. Así lo hice…
No conseguía entender…
Para mí todo fue muy vívido…
No soy sonámbula y, curiosamente, no tuve miedo…
El presente caso me fue relatado por Evaristo Alcaraz, un buen amigo al que conozco desde hace mucho. Él amplió detalles:
—Adela cuida de mi madre, aquejada de Alzheimer desde hace tiempo. Duerme en una habitación contigua. Al escuchar el relato quedé sorprendido y tuve una intuición: la visión era mi sobrino Julio. En esos momentos se debatía entre la vida y la muerte, como consecuencia de una enfermedad. La intuición no falló. Julio falleció treinta y seis horas después del «sueño» (?) de Adela. Tenía veintiocho años de edad.
Y Evaristo prosiguió:
—Todo esto habría quedado en nada, y sin significado para mí, si no hubiera sucedido lo del libro de mi cuñado…
Y procedió a explicarse:
—Cuatro años y siete meses después del «sueño», es decir, el 13 de enero de 2012, mi cuñado presentó un libro titulado Casi al desnudo, en el que narra las peripecias de su vida. Es un libro editado por él mismo y lleno de fotografías de amigos y familiares.
»Pues bien, al día siguiente de la presentación llevé un libro a casa de mi madre. Era el día libre de Adela y la sustituí, aprovechando para leer dicho libro.
»Cuando regresó le dejé el libro y volví dos días más tarde.
»Entonces comentó que había reconocido en las imágenes a la persona que vio en el sueño o la visión.
»—¿Estás segura? —pregunté.
»Y fue señalando, una por una, las fotos en las que aparecía mi sobrino Julio.
Quedé asombrado…
—¿Pudo verlo en vida?
—Nunca. Desde que Adela se hizo cargo de mi madre, en 2005, mi sobrino jamás pisó la casa, ni tampoco hay fotografías suyas en la vivienda. Mejor dicho, hay dos: una en la que tiene meses y otra con dos o tres años. Era imposible que pudiera reconocerlo.
—¿Y qué me dices del maletín?
—Lo pregunté pero nadie supo darme la razón. Mi sobrino no usaba maletín.
Evaristo recordó otro detalle interesante:
—Unos días antes del suceso, mi madre había cogido un resfriado muy fuerte. La tos provocaba la consiguiente flema, pero ella no podía expulsarla. Carecía de fuerzas. Había que estar muy pendiente… Pues bien, a la mañana siguiente del «suceso», mi madre se hallaba perfectamente. La flema desapareció. ¿Quién la curó? ¿Fue Julio?