La mañana del 8 de diciembre de 1960 fue negra y triste para Barbate.
La noticia corrió como la pólvora.
Un pesquero, con base en la pequeña población gaditana, había desaparecido la tarde-noche anterior.
Un fortísimo vendaval se lo tragó.
El suceso se produjo frente a las costas de Marruecos; cerca del cabo Spartel.
Desaparecieron 39 hombres.
Uno de ellos —el timonel— apareció muerto en las playas marroquíes. Del resto, y del barco, nunca más se supo…[29]
En el pueblo quedaron cien huérfanos.
Esos días —anteriores y posteriores a la tragedia—, en Barbate se registraron sucesos extraños. Nadie supo explicarlos.
Dediqué mucho tiempo a la investigación de tales hechos, así como a conversar con los familiares y amigos de los tripulantes del Joven Alonso. En total, tres años de pesquisas[30].
He aquí una síntesis de algunos de estos fenómenos inexplicables:
1. La primera pista sobre Rosario Palomar Vila me la proporcionó mi amigo e investigador Rafael Vite, de Vejer de la Frontera. Decía así:
La señora Palomar es persona de religión católica, creyente y practicante. Posee en su vivienda numerosos cuadros de santos, colgados en las paredes, y entre ellos el de la imagen de la Virgen de la Oliva, patrona de Vejer de la Frontera (Cádiz). Según ella, la abuela que la crió era natural de dicha ciudad.
Hace aproximadamente veinticinco años, con ocasión de limpiar el vaso de la mariposa que tenía encendida ante uno de los cuadros, al colocar de nuevo el vaso en su sitio, observó, perpleja, la aparición, de pronto, en el interior del mismo, de la figura de un barco. Tras varios movimientos violentos, dicho barco comenzó a hundirse, hincándose finalmente en el fondo. Y tras producir un gran alboroto de piedras y arena, quedó semisepultado. Agrega que mientras el barco iba hundiéndose, observó cómo una cosa pequeñísima, con la forma de una cerilla, se separaba de la embarcación. Finalmente pudo contemplar, horrorizada, la escena de terror y espanto que tenía lugar en el interior de la nave.
Esta trágica visión tuvo lugar, al parecer, dos días antes del hundimiento del Joven Alonso, barco de pesca matriculado en Barbate.
A partir de entonces, la Sra. Palomar cayó en un estado de depresión y abatimiento que le duró bastante tiempo. Continuamente decía a sus familiares —cuando trataban de animarla— que jamás podría borrar de su mente la trágica escena del interior del barco.
Interrogué varias veces a Rosario Palomar en la ciudad de Cádiz, donde vivía, y siempre respondió con la misma versión:
El barco cayó boca abajo…
Y quedó medio enterrado en la arena y entre las rocas…
Por eso no salió nada…
La visión la tuve el 5 de diciembre de 1960…
Como reflejó Vite, dos días antes de la desaparición del barco.
Cuando le pregunté por la extraña «cosa» que vio salir de la embarcación hundida, Charo comentó:
Era reluciente, como la luz de una cerilla, pero violeta y muy pequeña. Subió despacio…
Después vi lo que ocurría en el interior del buque… Fue espantoso… La gente trataba de huir, pero no podía… Murieron abrazados unos a otros… Después vi negrura y silencio… Y burbujas que escapaban… Allí quedaron los muertos, con los ojos abiertos y espantados… Y allí siguen…
Efectivamente, a pesar del esfuerzo de las autoridades y de los pescadores de la zona, el Joven Alonso desapareció sin dejar rastro.
2. La segunda experiencia relacionada con el barco la vivió Ricardo Romero, hermano de un tío mío.
Ricardo tenía entonces veinte años.
Era tripulante del Joven Alonso.
Y esa mañana, cuando se disponían a partir, Ricardo se sintió repentinamente enfermo.
Fue una angustia muy grande —explicó—. No tenía dolor, pero no podía moverme…
Y me hinché a llorar…
No supe qué sucedía… Los nervios me comían…
Me dieron tila, pero la tristeza no desaparecía…
Quisieron llevarme al médico, pero no podía moverme…
Yo vivía entonces en la calle San José, número 3, muy cerca de la casa de Esteban, el patrón del barco… Esteban supo lo que ocurría y le dijo a mi madre que no me preocupara… Me recogerían al volver a Ceuta…
Ricardo Romero se quedó en tierra y se salvó.
La angustia desapareció ese mismo día, en cuanto el Joven Alonso se hizo a la mar…
Ahora lo comprendo…, a medias.
Y Ricardo y yo seguimos hablando del caprichoso y mágico Destino…
3. Sebastián Díaz Barrios, alias Chano o Chan fue arriero toda su vida. Y un día decidió irse a la mar. Y se embarcó en el Joven Alonso. Fue otro de los marineros desaparecidos.
Pues bien, el tal Chano, una vez muerto, protagonizó varios sucesos extraños en la localidad de Barbate, donde había vivido.
El primero lo vivió Antonia Domínguez, sobrina de Chano.
Esa madrugada del 7 al 8 de diciembre —comentó—, hacia las tres, escuché la voz de mi tío, que me llamaba:
—¡Antoñica!… ¡Antoñica!
La voz sonó tan clara que me levanté de la cama y fui hacia la puerta…
Allí no había nadie…
Al día siguiente me enteré de la tragedia… Yo no sabía que Chano iba en ese barco…
Chano se presentó en sueños a Carmen Varo, su mujer, y le dijo:
—Estoy muy lejos… Estamos todos juntos, trabajando.
Y fue en sueños, igualmente, como vio Antonio a su hermano Chano.
«Estoy bien —me dijo—. No te preocupes».
En otra ocasión lo vi en un barco de Cádiz… Iba dormido, acurrucado en la cubierta, sobre el arte… Yo traté de acercarme, pero él despertó; me hizo un gesto, para que no avanzara, y comentó: «Gasta cuidado con los temporales». Al poco sufrimos una vía de agua frente al Arroyo Judío…
Ana Díaz Barrios, hermana de Chano, se hallaba la tarde de la tragedia (7 de diciembre) en el patio de su casa, en Barbate. De pronto, a plena luz del día, ella y una vecina, a la que llamaban la Pirraca, vieron caer algo luminoso del cielo. Se espantaron. Ese «algo» tenía forma de pantalón y se precipitó en el agua de un bidón. Ana y Manuela Escudero, la vecina, se esforzaron por averiguar qué era lo que había caído en el bidón. No encontraron nada.
Horas más tarde llegaba la noticia de la desaparición del Joven Alonso.
Poco después, Ana soñó también con el niño Chan, como llamaban a Sebastián Díaz Barrios.
Lo vi en una madrona, enfangado…
Le tendí la mano y le ayudé a salir…
Entonces dijo que venía de muy lejos…
El caso de Juani, hija de Chano, fue también insólito.
Al poco de registrarse la desaparición —comentó—, yo me encontraba en mi casa, pintando el techo. Me había subido a una escalera de tijera…
Me descuidé y, al echarme para atrás, el cuerpo se me fue y caí…
Di un grito y, en ese instante, sentí unas manos en la espalda que me sujetaban…
Esas mismas manos me empujaron y me pusieron nuevamente de pie, sobre la escalera…
Puedo jurarte, por lo más sagrado, que allí no había nadie…
Para Juani, la «persona» que evitó la peligrosa caída fue Chano, su padre, recientemente desaparecido.
4. Beatriz Malía Varo, viuda de Francisco Domínguez Acuña, desaparecido también en el Joven Alonso, vivió dos experiencias que jamás olvidará.
La primera tuvo lugar a los siete meses del naufragio. Mi hija, Ana María, de cuatro años, se puso enferma…
Pues bien, un día, cuando estaba a punto de entrar en el cuarto de la niña, vi a mi marido, de pie, inclinado sobre la cuna…
Miraba atentamente a su hija…
Cuando quise entrar en la habitación, Francisco desapareció…
La segunda vez que lo vi me encontraba en el dormitorio, durmiendo…
Algo me despertó y lo vi frente a la ventana, mirando a la calle…
Fue un segundo. Después desapareció…
5. El 7 de diciembre de 1960, Loli González Muñoz se hallaba cocinando garbanzos con acelgas.
Podían ser las nueve y media de la noche…
Mi marido —Francisco López Sánchez— estaba navegando. Era uno de los marineros del Joven Alonso…
De pronto mi hijo Fernando, que tenía 30 meses de edad, se dirigió a mí y exclamó: «¡Mamá!… ¡Papá cayó!… ¡Pum!… ¡Asco!… ¡Agua!».
Yo no le eché cuenta…
Al día siguiente me enteré de la desaparición del barco…
El naufragio, probablemente, se produjo alrededor de las nueve o nueve y media de la noche del 7 de diciembre…
6. José Román Rodríguez, más conocido por Corre, fue otro de los tripulantes del Joven Alonso. Vivía en Vejer de la Frontera (Cádiz), muy cerca de Barbate. Tenía treinta y un años cuando desapareció. Era una gran persona y muy bromista. Su hermana y la novia me proporcionaron datos sobre él:
Ese día, antes de tomar la bicicleta y bajar al puerto, José permaneció en la puerta de la casa, dudando… No sabía si ir o no ir al barco… Así estuvo media hora… Finalmente se fue… Nunca más volvimos a verlo…
Corre tenía una costumbre. Cada vez que pasaba por la calle en la que vivía su novia le gustaba tirar piedras a la ventana de la habitación de Antonia. Así, día tras día, durante los once años de noviazgo…
El 8 de diciembre de 1960, temprano, la novia escuchó los golpes de las piedrecitas contra el cristal de la ventana.
Se asomó, pero no vio a su novio.
No podía ser —comentó—. Corre estaba en la mar. Se embarcó días antes…
A esas horas, en efecto, el Joven Alonso ya estaba perdido.
Y los golpes, en la ventana, se prolongaron varios días…
Yo sé —confesó la novia— que era él…
7. Lo sucedido a Antonia Utrera Domínguez, más conocida en Barbate como la Carabinera, tampoco tiene explicación lógica.
La noche del naufragio —explicó— vi una luz debajo de la cama…
Era pequeña, del tamaño de la llama de una vela…
Brillaba mucho, con una luz amarillenta…
De pronto se vino hacia mí y me dio un par de vueltas…
Después volvió al lugar donde la había visto: debajo de la cama…
Me temblaba todo el cuerpo, de puro miedo…
Y, al rato, la luz salió de debajo de la cama y repitió la operación. Giró alrededor de mi cabeza y volvió a su sitio…
Así estuvo dos horas…
De pronto llamaron a la puerta y la luz desapareció…
Alguien trajo la noticia de la pérdida del Joven Alonso…
Lo extraño es que en ese barco no iba ningún pariente mío…