El presente caso parece un chiste. No lo es.
Sucedió en la ciudad norteamericana de Weston, en Florida.
La experiencia fue vivida por una mujer con una capacidad paranormal fuera de lo común.
La llamaré MA.
Fue en 2003. No recuerdo la fecha exacta…
Una mañana, tras dejar a los niños en el colegio, me fui a correr…
MA es una mujer joven.
Me dirigí al parque de la Paz, uno de los más populares de la ciudad…
Serían las nueve cuando empecé a trotar…
Y al correr por la zona de la laguna la vi…
Era una señora de unos setenta o setenta y cinco años…
Se hallaba sentada en un banco y daba de comer a los patos…
MA aclaró:
Los patos de Weston son muy cómicos. Saben quién les va a dar de comer y quién no…
La anciana sacaba migas de pan de una bolsa de papel y las arrojaba a los patos…
Nunca la había visto en el parque. Yo acudía a diario…
Entonces, al acercarme, vi a un señor muy próximo al banco. Permanecía de pie, a la izquierda de la anciana…
Casi se me paró el corazón…
¡Era medio transparentón! Se veía a través del cuerpo…
Era mayor, de unos ochenta años de edad. Era de piel blanca…
Lo miré, asombrada. Vestía un traje impecable, con corbata…
«Qué raro», me dije…
Conforme me aproximaba ratifiqué la primera impresión: era transparente. Parecía un holograma…
Frené la marcha y él se dio cuenta de que lo había visto…
Nos miramos…
Yo seguí corriendo…
Pasé por delante del banco. La señora ni me miró. Seguía con los patos…
Instintivamente aceleré…
Entonces escuché una voz…
Era el señor transparente. Me hablaba…
Yo no me volví. Continué trotando, asustada…
Pero él insistió. Yo oía su voz en mi cabeza…
Me decía: «Por favor, dile que estoy bien… Dile que estoy con ella todo el tiempo… Dile que no se sienta sola…».
Era muy educado. Me hablaba con delicadeza…
Pero yo, temerosa, busqué una excusa: «¿Y si no habla español?»…
«Sí habla español —replicaba el transparentón—. Dile que estoy con ella…».
Lo sé. Fueron excusas, pero él insistió…
Oh, my God!…
Terminé parando. Di media vuelta y caminé hacia el banco…
El transparentón había desaparecido. Ya no lo vi más…
Y yo pensaba: «La señora dirá que estoy loca…».
Los patos continuaban a los pies de la anciana, como si nada…
Llegué hasta ella e improvisé:
—Señora —le dije—. Hay un señor con usted…
—No, mija —respondió—. Vine sola…
—Mire, señora —proseguí con no poco esfuerzo—. Es que hay un señor aquí… Un señor que murió…
Yo no sabía qué decir. Me sentía ridícula…
Pero continué…
—Él está aquí a su lado… Es un espíritu…
Yo no sabía por dónde seguir…
—Es un espíritu que está a su lado… Y me dice que le diga que usted no está sola… Él está bien… Dice que usted no debe sentirse sola… Él está con usted todo el tiempo…
La señora me miraba, perpleja…
Entonces pregunté:
—¿Por qué se siente sola?…
Ella empezó a reír y se tapaba la boca con la mano…
Al final respondió, siempre entre risas:
—¡Ah!, sí, ése es mi esposo.
Y dijo que había muerto, no sé cuándo…
Y añadió:
—Sí, me he sentido sola porque me están arreglando la dentadura y no salgo casi…
Entonces se le saltaron las lágrimas y me dio las gracias…
Antes de despedirme le dije:
—Háblele en voz alta… Él está muy cerca y le escucha…
Yo seguí trotando…
Nunca más volví a ver a la anciana de los patos…