El 6 de junio de 1986 me presenté en la Ciudad Sanitaria Virgen de las Nieves, en Granada (España). Según mis noticias, meses atrás, en aquel hospital se había registrado un suceso imposible.
Todo comenzó el viernes, 21 de junio de 1985, cuando Almudena Moreno Montero, de cuarenta y tres años, fue operada de histerectomía (extirpación de la matriz).
Al día siguiente, a eso de las cinco de la tarde, cuando Almudena se hallaba en Reanimación, se presentaron en Información (planta baja del hospital) un hombre y una mujer joven. Fueron atendidos por Elena de Teresa Galván, la recepcionista.
—La chica podía tener dieciocho años —me explicó Elena—. Fue raro… Primero preguntaba la mujer y, acto seguido, el hombre formulaba la misma pregunta… Se interesaron por Almudena. No sabían dónde se hallaba. Querían visitarla.
La recepcionista consultó las fichas y confirmó que Almudena Moreno se encontraba en Reanimación.
—¿Dieron el nombre de la enferma?
—Lo hicieron ambos. Primero la chica y después el hombre. Supuse que eran familiares de Almudena. Quizá esposo e hija. El señor parecía de campo. Vestía de negro.
—¿A quién te dirigías?
—Indistintamente, tanto a uno como a otra. Me extrañó el comportamiento, como te digo. Se ignoraban mutuamente. Aquello no era normal.
Elena les informó que sólo podían entrar en Reanimación de uno en uno. Primero la chica y después el supuesto padre.
—Extendí un papel a la mujer y el hombre me miró, extrañado. Entonces, el padre exclamó: «¡Subo!». Les mostré el camino hacia los ascensores y las escaleras y se alejaron. Reanimación estaba en la planta tercera.
Una hora después, aproximadamente, la recepcionista vio regresar a la chica. Llegó sola.
—Me dijo que quería hablar con el médico. Deseaba saber qué le sucedía a la madre. Llamé a Alicia, que se encontraba de guardia, y se presentó al poco.
—¿Qué sucedió con el padre?
—No lo sé. No volví a verlo.
—¿Explicó la mujer si había entrado en Reanimación?
—Dijo que las puertas estaban cerradas y que no pudo hablar con el médico.
»Al llegar la doctora conversamos las tres. Aclaré lo que pretendía la señorita y la médico de guardia se hizo cargo.
—¿Portaba el pase en la mano?
—No lo recuerdo…
Cuando conversé con Alicia, la anestesista se hallaba muy impresionada por lo ocurrido.
—Recuerdo que la acompañé hasta la zona de los ascensores y de las escaleras. Era una chica joven, delgada, con el pelo rizado y castaño. Vestía pantalones vaqueros y una camisa celeste, de manga larga, con bordados. Padecía acné.
»Opté por las escaleras.
»Subimos a la tercera planta y llegué, incluso, a echarle el brazo sobre los hombros, con el fin de consolarla. Parecía preocupada por la madre. Le dije, y le repetí, que la madre estaba perfectamente. La operación había salido bien.
»Se tranquilizó un poco.
»Y al llegar a la puerta de Reanimación sonó el “busca” de nuevo. Me reclamaban en partos.
»Le dije que esperase. No tardaría en volver.
»Y allí se quedó.
Cuando Alicia retornó, la muchacha no estaba esperando en la puerta. La anestesista entró en Reanimación y descubrió a la joven en los boxes, frente al cristal que separaba la cama número tres.
—Se hallaba de pie, contemplando a la madre. Al verme en el cuarto de monitores, la chica sonrió.
—¿Hablaba con la madre?
—No. Permanecía en silencio.
—¿Estabas cerca?
—Muy cerca. La veía perfectamente.
—¿Había más personal sanitario en los boxes?
—Creo recordar que vi a varias enfermeras. Una de ellas era Toñi López Moreno.
Pudieron pasar unos minutos —no muchos— cuando sonó el teléfono en el cuarto de monitores.
—Era Elena, de Información. Percibí que había jaleo allí abajo. Alguien gritaba. Se oía muy bien por el teléfono… Y Elena me comunicó que la chica con la que yo había conversado, y a la que acompañé por las escaleras, estaba nuevamente en Información, y muy enfadada. Exigía ver al médico. Quería conocer el estado de la madre. Quedé petrificada…
»—Eso no puede ser —respondí.
»—¿Por qué? —preguntó Elena.
»—Eso es imposible —insistí— porque estoy viendo a la joven…, en estos momentos. Está aquí, en Reanimación. Está delante de la cama de la madre…
»Elena empezó a impacientarse. Y clamó:
»—¡Te digo que está aquí!
Alicia reconoció que estaba aturdida. Ella escuchaba la voz de la muchacha. La joven le gritaba a Elena.
—Se le notaba furiosa —manifestó la anestesista—. Exigía ver a un médico… Pero ¿cómo era posible que estuviera en dos lugares a la vez? Elena la tenía delante, en la planta baja, y yo la estaba contemplando en la tercera…
Ambas —Alicia y Elena— llegaron a pensar que se trataba de una broma o de un caso de gemelas.
Eran las 18 horas y 45 minutos.
Elena preguntó a la enfurecida joven si había venido al hospital con una hermana gemela. La chica respondió que no; lo hizo en compañía del padre. Eso manifestó a la recepcionista.
—La chica sólo se interesaba por la madre —añadió Elena—. Parecía un disco rayado. Era monotemática.
»Finalmente le dije que subiera de nuevo a Reanimación. Allí la esperaría la médico. Y la perdí de vista.
En esos instantes —según Alicia—, la muchacha desapareció de los boxes.
Por supuesto, la jovencita no regresó a la tercera planta. Nadie volvió a verla.
La descripción de la joven, por parte de Elena y de Toñi, fue idéntica a la de la anestesista. Toñi la vio también por los pasillos. «Caminaba ligera».
Pero la historia no termina ahí.
A los dos días, cuando la madre de la muchacha se encontraba en una habitación, en planta, Alicia, la médico, se interesó por Almudena.
—Al entrar vi una fotografía al lado de la cama de la señora. Era la joven que había acompañado por las escaleras. No tuve duda. E hice un comentario, relacionado con la visita de la chica al hospital… Probablemente actué con torpeza, pero yo no podía saber…
—¿Qué pasó?
—Almudena rompió a llorar y repetía: «¡Mi hija, mi hija!»…
»En la habitación se hallaba un hijo de la enferma. Se puso violento conmigo. Me obligó a salir al pasillo y pidió explicaciones. Le conté lo sucedido días atrás y declaró, muy enfadado, “que eso eran fantasías”. Su hermana se había matado en una moto tres años antes…
Alicia quedó muy afectada.
—¡Yo la toqué! ¡Aquello no era un fantasma! ¡Era de carne y huesos! ¡Subimos por las escaleras! ¡Hablamos! ¡Estaba en dos sitios al mismo tiempo! ¡Otras personas también la vieron! ¡Elena le proporcionó un pase!
Cuando traté de consultar el historial clínico de Almudena Moreno Montero, con el fin de localizarla e interrogarla, fue imposible. A pesar del esfuerzo de los empleados del hospital, que colaboraron conmigo en todo momento, el informe no apareció. Almudena tenía que haber pasado la obligada revisión el 28 de mayo de 1986, pero no se presentó.