Me he propuesto no hacer comentarios sobre los casos aquí expuestos, al menos hasta el final, pero, en ocasiones, como en el sueño de Verónica, resulta difícil.
Resistiré…
Verónica González vive en USA. Tenía veintiséis años cuando sucedió.
Esto fue lo que me contó:
—Soñé lo siguiente: era un sábado por la noche… Toda la familia estaba reunida en casa de mis padres… No recuerdo el mes, pero creo que era verano… Hacía calor… Mis hijos —Alexander y Brianna— jugaban en un cuarto con sus primos Nicholas, Crhistopher y Kevin… Sentados frente a mí se hallaban mi hermana, Normita, y mi cuñado, Ángel… A mi izquierda se encontraba Francisco, mi papá… A mi derecha, mi esposo, Óscar… Norma, mi mamá, trajinaba en la cocina… Creo que colaba su café… Estábamos todos felices…
»Fue al terminar el postre cuando llamaron a la puerta… Mami acudió a abrir… ¡Sorpresa!: allí estaba mi abuela, Floralia Alonso… “¿Cómo era posible?”, me dije en el sueño… La abuela había muerto dos años atrás… Con ella, a su izquierda, se presentó un sacerdote o un monje…
»Yo no lo conocía.
»Mi mamá, llorando, la abrazó y la llevó hasta el comedor… Nadie podía creer que estuviera allí… Y la abuela abrazó y saludó a todos…
»Cuando terminó se sentó a mi lado… Estaba feliz… Yo la miraba y lloraba… La abracé… Trataba, incluso, de olerla… Le toqué en la cara para confirmar que era ella…
»¡Era ella!… ¡Tenía un cuerpo físico!… La abuela sonreía y me abrazaba…
»—Macorina (así me llamaba) —me dijo—, ¿cómo te sientes?…
»Yo había sufrido recientemente una intervención quirúrgica y respondí:
»—Abuela, estaba tan nerviosa y preocupada durante la cirugía…
»Ella sonrió de nuevo y replicó:
»—Lo sé, pero todo salió bien… Yo estaba allí desde que te durmieron… Sentí tu preocupación…
»Y empecé a decirle que la quería mucho… No deseaba que se fuera…
—¿Y el monje?, pregunté sin poder contenerme.
—Allí seguía, en silencio.
—Pero ¿quién era?
—No lo sabía, y se lo pregunté a mi abuela… Ella respondió:
»—¿No lo conoces?
»Le dije que no…
»—Es el padre Pío…
—¿Sabías quién era?
—Ni idea… Y la abuela añadió:
»—Él estaba conmigo cuando te operaron… Él hace milagros…
»Y al cabo de un rato, Floralia anunció:
»—Bueno, ya me tengo que ir… Los quiero mucho a todos y nos veremos pronto…
»Yo no quería que se fuera… Tenía tantas cosas que preguntar… Los seguí hasta el exterior de la casa… Allí me encontré un carro, un viejo Cadillac de color amarillo claro… Estaba estacionado en la calle…
—¿Conocías el vehículo?
—No.
—¿Y qué hiciste en el sueño?
—Corrí hacia el carro… No quería que se fuera… Miré por una de las ventanillas… Estaba abierta… En el asiento de atrás se hallaban mi abuela Flora, mi bisabuelo Felipe Fiallo y unos tíos de Miami que no conocía… El que manejaba era mi abuelo Rubén Alonso… Con el conductor iba el tío Filiberto…
—¿Muertos?
—Todos…
Y Verónica prosiguió, tan perpleja como yo:
—No podía creer lo que veía… Todos eran jóvenes… Mi abuela aparentaba veinticinco años… Todos estaban felices y pletóricos. Parecían llenos de vida… La abuela, entonces, me dijo:
»—Nos tenemos que ir… Vamos a bailar.
»Se despidieron, arrancaron, y se fueron…
Ahí terminó el sueño.
Algún tiempo después, en septiembre de 2006, Norma, la madre de Verónica, mostró una fotografía del padre Pío a su hija.
—Sentí un escalofrío… Era el sacerdote que había visto en el sueño…[39]