Conocí a Luis Pérez Aguilar un 23 de mayo de 1997, aparentemente por casualidad.
Ahora sé que no fue así.
El Destino lo tiene todo atado…, y bien atado.
En esas fechas andaba por el Yucatán, enfrascado en la búsqueda de personas que hubieran conocido a la bella Ricky. Pues bien, como digo, aquel viernes, 23 de mayo, el Destino me salió al encuentro. Después de muchas vueltas fui a «tropezar» con el taxista adecuado. Y tan adecuado…
Según indagaciones posteriores, en esos momentos, en la ciudad de Cancún se hallaban registrados 6.080 taxistas. Pues bien, fui a dar con el que más me interesaba…
Y me explico.
Luis había conocido a Ricky.
Luis era hermano de Miguel, uno de los cinco pasajeros fallecidos en el accidente del bus en el que viajaba la norteamericana que, supuestamente, «resucitó»[36].
Luis, además, había visto a su hermano, fallecido veintidós años antes…
Y durante varios días conversé con el amable taxista.
Luis tuvo dos experiencias con Miguel Ángel Pérez Aguilar, su hermano.
La primera se registró en diciembre de 1995…
Viajaba de Valladolid a Cancún —explicó Luis—. Regresaba con dos clientes…
Y hacia las nueve de la noche lo vi…
Era mi hermano Miguel…
Estaba sentado en el asiento del copiloto…
Sonrió y me hizo una señal con el dedo. Se lo llevó a los labios e indicó silencio…
Me acompañó durante cinco o seis minutos…
Llevaba la ropa del día del accidente…
Miraba al frente y, de vez en cuando, se reía…
Después dejé de verlo…
La segunda experiencia tuvo lugar un año después, en diciembre de 1996. Miguel llevaba muerto veintiún años.
Me encontraba en la playa de Chemuyil…
Podían ser las cinco de la tarde…
Acababa de dejar a unos turistas…
Yo estaba en la orilla, contemplando la mar…
Me agaché y, al poco, noté cómo me tocaban en la espalda…
En esa zona de la playa no había nadie…
Al volverme lo vi…
Era mi hermano, otra vez…
Permanecía de pie, con la ropa del día del accidente…
Entonces habló y me dijo:
—Gasta cuidado al regresar…
Y dejé de verlo…
Quedé atónito…
En la arena aparecían mis huellas y las de unos pies, descalzos…
Opté por regresar a Cancún y hacia las seis y media de la tarde, cuando me encontraba a treinta o treinta y cinco kilómetros de Xcaret, escuché el ruido de una de las llantas…
Había pinchado…
Detuve el vehículo y me orillé en la carretera…
En eso me rebasó un carro azul. Creo que era un «Neón»…
Fue visto y no visto…
Al frente, saliendo de una curva, se presentó un camión…
Invadió el carril contrario y se estrelló, de frente, con el “Neón”…
¡Dios mío! Murieron los tres ocupantes del carro azul…
Fue mi hermano el que provocó el pinchazo, lo sé…
Él me salvó la vida…