Madeline es una joven sensible y especialmente inteligente. Coincidí con ella en Estados Unidos de Norteamérica.

Al saber que investigaba casos de «resucitados» fue a relatarme una serie de sucesos, protagonizados por ella en la adolescencia.

Primer caso:

Yo tenía quince años. Mi vida se centraba en el colegio y en la casa. Soy la menor de tres hermanos y la única hembra. Mis padres son gallegos, de esa maravillosa generación de emigrantes a la que le tocó pasar por mucho…

Mi abuelo paterno, Camilo, falleció cuando yo tenía trece años. Yo no me encontraba en Caracas cuando sucedió. Ese verano, mamá tuvo que viajar a España para resolver no sé qué papeles importantes, y me pidió que la acompañara. El abuelo ya estaba mal pero el viaje no se podía posponer. Mi padre se quedó con mis hermanos.

Unos días más tarde, estando en Coruña, con mi mamá, me hallaba medio dormida cuando escuché la voz de mi madre, al teléfono. Decía: «Bueno, Senén, tenía que suceder… Él, ahora, está mejor que nosotros… No te preocupes… Yo le digo a Madeline que el abuelo falleció».

En esos momentos no supe si estaba soñando o si realmente había escuchado la voz de mi mamá. Al rato supe que no fue un sueño. Me levanté y lloré.

El abuelo Camilo siempre estuvo cerca de nosotros. Mi abuela materna murió cuando yo era una niña. Mi abuelo materno falleció antes de que yo naciera. La abuela materna siempre vivió en España. Sólo la veía en verano, y pocos días, cuando mis padres decidían ir a la aldea. El abuelo Camilo, en cambio, siempre vivió en Caracas. Antes de morir pasó algunos meses en casa, con nosotros. Aún lo recuerdo bajando las escaleras mientras lo tomaba del brazo.

Lo cierto es que yo no estaba en Caracas cuando él se fue. No acudí a la funeraria ni tuve conciencia de que aquello había sido real…

Y pasaron dos años…

Ese día me acosté. Fue un día normal. No pasó nada que tuviera relación con el abuelo. No hablamos de él ni yo lo recordé. Entonces tuve un sueño muy extraño…

Me encontraba con mi hermano Álex, el mediano, frente a la casa, en Caracas. Estábamos lavando el Corolla verde militar que tenía Álex. Todas las puertas del carro se hallaban abiertas. Álex estaba cerca —yo lo sabía— pero, en realidad, en la escena, lo único que se veía era el auto y a mí misma…

Volteé hacia la calle para agarrar algo, como para limpiar el carro por dentro, y, al momento, al volver a mirar hacia el coche, ¡allí estaba él!… ¡Era el abuelo Camilo! Lo vi igualito a como lo recordaba, con los ojos azul cielo, los labios delgados, sus pantalones grises, una camisa de manga larga, el bastón y su inseparable boina…

Lo miré con asombro y le dije, como lo más normal del mundo: «Abuelo, ¿qué haces aquí? ¿No estás muerto?».

Él me miró, tranquilamente, y respondió: «Sí, Madeline, estoy muerto… Sólo he venido a decirte que aunque te falta mucho, mucho, para estar con nosotros, quiero que te portes bien…, para que cuando llegue el momento puedas estar con tu abuela y conmigo. Escúchame bien. Te falta mucho, pero te vas a encontrar con situaciones difíciles y yo sólo quiero que te portes bien».

Por algún motivo, mi hermano Álex me llamó y yo giré de nuevo la cabeza hacia la calle para decirle que esperara, que estaba hablando con el abuelo. No me dio tiempo de nada. Volteé otra vez hacia el Corolla y el abuelo ya no estaba allí…

A la mañana siguiente desperté con un intenso sentimiento de nostalgia. No sabía si contar el sueño a mi padre. Ya habían transcurrido dos años. Decidí contárselo a mamá. Pero ella es una mujer práctica y, aunque se asombró, no quiso dar importancia al asunto. Supongo que para que no me asustara…

Fue un sueño, sí, pero fue algo muy real, muy sentido. Y quedó grabado para siempre en la memoria…

Segundo caso:

Un tiempo más tarde tuve otro extraño sueño. Esta vez fue con Lola, una tía que vivía en Barcelona (España).

Al igual que a la abuela Ángela, a Lola sólo la veía durante los veranos.

Pues bien, en el sueño se presentó ante mí, muy cerca de mi cara. Sólo podía ver su rostro. La totalidad del sueño se limitó a eso: su cara. Y repetía una y otra vez: «¡Ayúdame, Madeline!… ¡Ayúdame, ayúdame!».

Esta vez me desperté llorando y muy tensa. Acudí a mi madre y se lo conté. Al principio no prestó atención, pero terminó telefoneando a España. La tía Lola estaba hospitalizada…

Tercer caso:

Estaba a punto de cumplir diecisiete años. Mamá tenía una buena amiga que terminó falleciendo de cáncer. Era una mujer muy simpática. Me caía muy bien…

Creo recordar que habían pasado cinco años desde su muerte…

Entonces tuve un sueño. En Caracas hay un centro comercial que, en su momento, era muy frecuentado. Lo llaman Centro Ciudad Comercial Tamanaco (CCCT).

Por alguna razón que ignoro yo estaba allí, caminando en solitario por el CCCT. Y, de pronto, al fondo de uno de los pasillos, vi a esa amiga de mi madre…

Quedé asombrada. ¡Hacía cinco años que había muerto!

Caminaba tan normal, como si nada, y rodeada de niños y niñas de unos siete a nueve años…

Aparecían contentísimos…

Me aproximé y le dije: «Rosita, ¿qué haces aquí? ¿Tú no te moriste?». Y ella respondió, tan tranquila: «Sí, Madeline, pero es que, de vez en cuando, me dan permiso para que venga a pasear a los niños».

Yo asumí que esos niños eran personas que estaban próximas a nacer. No sé por qué pensé eso…

Y ella continuó: «Vine a decirte que, por favor, le digas a mi hija que deje de llorar… Estoy bien… No tiene que seguir lamentándose porque yo no esté con ella…».

Y repitió: «Estoy bien… Estoy tranquila y feliz».

En ese momento desperté.

Recordaba perfectamente el vestido rosa, de dos piezas, que llevaba puesto Rosita, y también su cara maquillada, como en vida…

Nuevamente fui donde mi mamá, pero se negó a llamar a la hija. Insistí e insistí y mi madre terminó llamando. La hija reconoció que no podía olvidar a su madre y que lloraba sin cesar…

Estoy bien
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
portadilla.xhtml
dedicatoria.xhtml
Indice.xhtml
Citas.xhtml
A_manera_de_aviso.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
Section0095.xhtml
Section0096.xhtml
Section0097.xhtml
Section0098.xhtml
Comentarios.xhtml
Frases.xhtml
Libros.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml