Cuando oí aquel relato pensé en el patriarca Jacob y en la famosa escalera del sueño…

Pero debo ir por partes.

Fue en uno de los últimos viajes al Levante español cuando tuve conocimiento del caso vivido por Inés Jiménez Gómez.

Me lo contó Juan Antonio Ros, investigador y pariente de Inés.

La mujer, al parecer, había visto una extraña escalera en el momento de su muerte.

Rogué al investigador que indagara y Juan Antonio —como es habitual en él— llevó a cabo una minuciosa reconstrucción de los hechos.

He aquí un resumen de la doble experiencia de Inés:

En Murcia, a 18 de febrero de 2013.

Estimado Juanjo:

Me alegra que la narración de mi última carta haya sido de tu interés. Ahora que he conseguido reunir toda la información necesaria para que el caso de la aparición de la escalera quede lo más completo y documentado posible, me dispongo, de nuevo, a relatar todo, desde el principio…

Inés Jiménez Gómez nació en abril de 1920 en la localidad murciana de Alumbres (Cartagena), aunque más tarde se marcharía a vivir a La Unión, lugar donde residió hasta el día de su muerte. Inés vivió una extraordinaria experiencia antes de fallecer el martes, 7 de febrero de 2012, a los noventa y un años de edad. Pese a su delicado estado de salud, su mente siempre estuvo lúcida hasta el final, por lo que la visión que presenció no fue obra de su imaginación, ni tampoco de ningún sueño, ni siquiera fruto de una alucinación. La vivencia que tuvo Inés Jiménez antes de morir fue tan real como la vida misma.

5 de febrero (2012)

Aparición de la primera escalera.

Inés fue ingresada en el Hospital Universitario Santa Lucía, en Cartagena, aquejada de un fallo renal. Tras su paso por distintos centros sanitarios, fue trasladada, finalmente, al Hospital Santa María de Rosell, también en la ciudad de Cartagena. A consecuencia de estos continuos desplazamientos, de hospital en hospital, Inés cogió un virus que los médicos no supieron curar. Aquel virus, sumado a su avanzada edad y a su delicado estado de salud, acabaría con su vida tan sólo unos días después…

El mencionado domingo, 5 de febrero, los hijos de Inés acudieron al hospital, con el fin de hacerle una visita…

La jornada discurrió con normalidad, hasta que sucedió algo…

La descripción de los sorprendentes hechos me fue narrada por Dolores Escobar (Loli), mi madrina, e hija de Inés.

He aquí parte de la conversación:

—Pocos días antes de morir —comentó Loli—, mi madre tuvo una visión maravillosa… Estábamos todos juntos cuando, de pronto, sin venir a cuento, exclamó: «¡Estoy viendo una escalera muy alta!»… Entonces, una de mis hermanas, Angelita, y Mari Carmen, mi cuñada, la animaron a que subiera por dicha escalera… Pero mi madre contestó que no podía… Dijo que los escalones eran muy altos… Y no subió.

—¿Vio a alguien en la escalera?

—Dijo que vio a muchos seres queridos… Sobre todo a familiares, ya fallecidos… La esperaban…

—¿En qué parte de la escalera?

—Arriba, al final. Ella los veía desde abajo, al pie de la escalera…

—¿Cómo era la escalera?

—No la describió. No dijo cómo era…

—¿Y qué sucedió?

—Entonces se le apareció alguien más… Ella dijo que no lo conocía… Traía dos vestidos de color blanco… Eran para mi madre… Tenía que ponérselos…

—¿Ella lo iba describiendo?

—Sí, paso a paso…

—¿Era un hombre o una mujer?

—Lo ignoramos. Nadie lo preguntó.

—¿Y qué pasó?

—La visión de la escalera se fue desvaneciendo y desapareció.

7 de febrero (2012)

Aparición de la segunda escalera.

A las pocas horas de haber tenido esta increíble visión —prosigue Juan Antonio Ros—, el estado de Inés empeoró.

El martes, 7 de febrero, dos de sus hijas estaban con ella (Loli y Angelita). La primera se marchó a su casa, con el fin de descansar un rato. Pasado un tiempo, Inés empezó a ver algo. He aquí lo narrado por Angelita:

—Mi madre parecía saber que su hora estaba próxima… Así que empezó a nombrar a sus familiares y amigos… Quería que les diéramos recuerdos… Loli se había ido y mi madre me pidió algo extraño: una sábana…

—¿Para qué?

—Sus palabras fueron: «Angelita, quiero que me traigas una sábana blanca y que hagas con ella una túnica». Busqué, pero sólo encontré una almohada… Llamé entonces a mi cuñada Mari Carmen y le dije que trajera una sábana de su casa… Así lo hizo… Practicamos un agujero en la tela y mi madre se la puso, como si fuera una túnica…

—¿Por qué solicitó la sábana?

—Ella lo interpretó como una seña de la libertad… Pensó que así, vestida de blanco, conseguiría la ansiada libertad…

Y Angelita prosiguió:

—Pusimos algo de tierra santa a los pies de la cama y la ayudamos a incorporarse… Mi madre pisó la tierra y se sintió feliz… Fue entonces cuando volvió a ver la escalera…

—¿Por segunda vez?

—Así es. Y esta vez —según dijo— sí pudo poner el pie en el primer peldaño… Y empezó a subir… Mari Carmen le dijo: «¡Sube!… ¡Sube!»… Y ella siguió subiendo…

—¿Vio a sus familiares muertos?

—Sí, eso decía. Vio a sus consuegros, a los padres de Mari Carmen, a mi padre… Y nosotras insistimos: «¡Sube!… ¡Ve hacia la luz!»… Ella continuó ascendiendo y, al llegar al último escalón, murió…

Eran las 17.20 horas del 7 de febrero de 2012.

La experiencia, como decía, me trajo a la mente lo relatado por el Génesis (28, 10-14): «… Jacob salió de Berŝeba y fue a Jarán. Llegando a cierto lugar, se dispuso a hacer noche allí, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar, se la puso por cabezal, y acostose en aquel lugar. Y tuvo un sueño; soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella…».

La pregunta es: ¿Fueron ángeles lo que soñó el bueno de Jacob hace 3.763 años?

Como decía el Maestro, quien tenga oídos que oiga…

Estoy bien
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