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Estaba en la cima y ante él se desplegaba Vista Sorpresa.
Ante sus ojos se exhibía el flanco verde de Inglaterra. Campos y árboles bajo un cielo azul. Cercas y casas; la curva de un río de aguas pardas. Un horizonte de difusas colinas, una neblina plateada.
Por fin había llegado, se encontraba en aquella eminencia. Sirviéndose de qué medios y a través de qué tortuosos caminos eran cosas que no podía recordar. En cierto modo, a lo largo de los años, había ido avanzando a trompicones. Fijos siempre los ojos en el mismo horizonte.
No era lo que había esperado. No era el lugar donde esperaba que se encontraría.
Sin embargo, el horizonte era el mismo, el único que había perseguido durante todos aquellos años, y, si era diferente del que habría deseado, por lo menos era hermoso, por lo menos era verde. Peores horizontes había: estaban al borde del crepúsculo, en la cúspide de la noche, cuando uno se percataba de que había agotado el tiempo y el destino se encontraba tan lejos como siempre.
Ahora le parecía que se había equivocado de camino en la vida, que siempre se había movido a través de la niebla, que había doblado esquinas que no llevaban a ninguna parte, que las cosas que le habían ocurrido eran fortuitas, sin que mediara un propósito de su parte; arrastrado por la angustia y la desazón, empujado por una fuerza que escapaba a su control. Y le parecía también que no había vivido nunca el presente, sino siempre un momento futuro, desgarrado y distraído por las mil cosas que podía haber hecho con su vida, poderoso pero indeciso siempre; ¿y cómo va a lamentar la ausencia de opciones un hombre que no sabe qué quiere?
Y ahora se encontraba al final, finalmente aplastado por el Jerusalén que llevaba en la cabeza, mi melancólico Amnon; mi Tito.
Así pues, contemplamos el paisaje mientras se ponía el sol, mientras los campos cambiaban de color y el ambiente se iba enfriando. Y estuvimos callados porque no teníamos nada que decirnos. Finalmente, volvimos la espalda al horizonte. Y regresamos en coche a casa, sumidos en silencio, a través de la carretera cada vez más oscura.