Los Sepultureros

Los Sepultureros nos esperaban. Todavía estaba el Pozo en su sitio, y comenzaron a bombear cuando nos vieron venir.

Les entregamos el cadáver y ellos se ocuparon de colocarlo en la tumba. Tenían mucha experiencia. Bajaron el cadáver por el Pozo y lo colocaron en la tumba. Cerraron la puerta de cristal y comenzaron a sellarla.

Pauline, Charley, Fred, el viejo Chuck y yo nos quedamos allí juntos, formando un grupito, y los observamos. Pauline me cogió del brazo. El hermano de Margaret se acercó y se quedó junto a nosotros.

Cuando los Sepultureros hubieron sellado la puerta, apagaron la bomba y sacaron la manga del Pozo.

A continuación engancharon con unas cuerdas unos caballos a las dos poleas que colgaban del Castillete del Pozo. Las cuerdas iban del Castillete a unos ganchos que había en el mismo Pozo.

Así fue como sacaron el Pozo.

Los caballos tiraron y el Pozo salió del fondo del río y lo izaron hasta la orilla y quedó medio colgando del Castillete.

Los Sepultureros y sus caballos parecían cansados. Todo se hizo en un silencio absoluto. Ni un sonido salió de los caballos ni de los hombres, ni del Pozo, ni del río, ni de la gente que miraba.

Vimos la luz que salía de la tumba de Margaret, la luz que procedía del fuego fatuo que brillaba sobre sus vestiduras. Cogimos flores y las arrojamos río arriba, encima de su tumba.

Las flores pasaron por encima de la luz que brotaba de ella: rosas, narcisos, amapolas y campánulas pasaron flotando.