La chica con el farol otra vez

Al cabo de un rato dejé dormir a Pauline, pero entonces me costó conciliar el sueño, como de costumbre. Pauline tenía el cuerpo cálido y de olor dulce. Su cuerpo me invitaba a dormir como si fuera una banda de trompetistas. Me quedé tendido mucho rato antes de levantarme e ir a dar uno de esos paseos que doy por la noche.

Me quedé allí con la ropa puesta, mirando dormir a Pauline. Resulta curioso lo bien que duerme Pauline desde que salimos juntos, pues Pauline era la chica que salía a dar largos paseos por la noche con el farol en la mano. Pauline era la chica que tanto me había intrigado, que iba y venía por los caminos, que se detenía en ese lugar, en ese puente, en ese río, junto a esos árboles del bosque.

Tiene el pelo rubio y ahora duerme.

Cuando comenzamos a salir dejó de dar sus largos paseos nocturnos, pero yo sigo con los míos. Me va bien dar estos largos paseos por la noche.