Pastel de manzana
Después de comer, Doc Edwards tuvo que marcharse pronto para ver cómo les iba a la mujer de Ron y al bebé.
—Nos vemos luego —dijo.
Fred y yo nos quedamos durante un rato y tomamos otra taza de café tranquilamente. Fred se puso dos terrones de azúcar de sandía en el café.
—¿Cómo le va a Margaret? —preguntó—. ¿La has visto o has sabido algo de ella?
—No —contesté—. Ya te lo dije esta mañana.
—Está bastante afectada por lo tuyo con Pauline —dijo Fred—. Le está costando mucho aceptarlo. Ayer estuve hablando con su hermano. Dijo que tiene el corazón destrozado.
—En eso no puedo hacer nada —dije.
—¿Por qué estás enfadado con ella? —preguntó Fred—. ¿No pensarás que ha tenido un lío con enHERVOR sólo porque todos los demás, menos Pauline y yo, lo creen?
»No hay ninguna prueba. Para empezar, incluso me parece absurdo. No les unió más que una coincidencia. ¿No creerás que tuvo un lío con enHERVOR, verdad?
—No lo sé —dije.
Fred se encogió de hombros y dio un sorbo a su café. La camarera se acercó y nos preguntó si de postre queríamos un trozo de pastel.
—Tenemos un pastel de manzana bueno de verdad —dijo.
—Me tomaría un trozo de pastel —dijo Fred.
—¿Y tú?
—No —respondí.