Allí
PODRÍAIS PERDEROS
y cruzamos la verja y nos metimos en la Olvidería. Margaret comenzó a hurgar buscando algo que pudiera gustarle.
En la Olvidería no crecían plantas ni vivían animales. No había ni una brizna de hierba, y los pájaros se negaban a volar sobre ese sitio.
Me senté sobre algo que parecía una rueda y me quedé mirando cómo Margaret cogía una cosa olvidada semejante a un palo y hurgaba en un pequeño montón de cosas apiñadas.
Vi algo a mis pies. Era un trozo de hielo helado que tenía la forma del dedo pulgar, pero el pulgar tenía una joroba encima.
Era un pulgar jorobado y estaba muy frío, pero comenzó a derretirse en mi mano.
La uña se derritió y entonces dejé caer aquella cosa y quedó a mis pies, y ya no siguió derritiéndose, aunque el aire no era frío y el sol calentaba y era azul en el cielo.
—¿Has encontrado algo que te guste? —pregunté.