Fred

Poco después de que Margaret se marchara, llegó Fred. Él no tenía nada que ver con el puente. Sólo lo utilizaba para llegar a mi choza. No tenía nada más que ver con el puente. Sólo lo cruzaba para llegar a mi casa.

Simplemente abrió la puerta y entró.

—Hola —dijo—. ¿Qué hay?

—No gran cosa —dije—. Por aquí, trabajando un poco.

—Vengo de la Sandería —dijo Fred—. Quiero que mañana por la mañana me acompañes. Quiero enseñarte una cosa de la prensa de madera.

—Muy bien —dije.

—Bien —dijo Fred—. Te veré esta noche en yoMUERTE a la hora de la cena. He oído que esta noche Pauline va a preparar la cena. Eso significa que tomaremos algo bueno. Estoy harto de los platos de Al. Las verduras siempre están demasiado cocidas, y también estoy harto de las zanahorias. Si me como otra zanahoria esta semana me da un ataque.

—Sí, Pauline es una buena cocinera —dije.

En aquella época no me interesaba demasiado la comida. Quería seguir con mi trabajo, pero Fred es mi colega. Juntos lo hemos pasado bien muchas veces.

Del bolsillo del mono de Fred asomaba algo que tenía una pinta extraña. Despertó mi curiosidad. No se parecía a nada que hubiera visto antes.

—¿Qué llevas en el bolsillo, Fred?

—Me lo encontré hoy mientras cruzaba el bosque viniendo desde la Sandería. No sé qué es. Nunca he visto nada parecido. ¿Tú qué crees que es?

Se lo sacó del bolsillo y me lo entregó. No sabía ni cómo cogerlo. Intenté cogerlo como si tratara de coger una flor y una piedra al mismo tiempo.

—¿Cómo se coge? —pregunté.

—No lo sé. No sé nada de esta cosa.

—Parece una de esas cosas que enHERVOR y su banda desenterraban de la Olvidería. Nunca he visto nada parecido —dije, y se lo devolví a Fred.

—Se lo enseñaré a Charley —dijo—. A lo mejor Charley lo sabe. Lo sabe casi todo.

—Sí, Charley sabe muchas cosas —contesté.

—Bueno, supongo que será mejor que me vaya —dijo Fred, y volvió a meter aquella cosa en el mono—. Te veo en la cena.

—Muy bien.

Fred se dirigió hacia la puerta. Cruzó el puente sin pisar la tabla que Margaret siempre pisa y que no dejaría de pisar ni aunque el puente tuviera diez kilómetros de ancho.