Mañana soleada
La procesión avanzaba lentamente en un silencio absoluto hasta la nueva tumba que ahora pertenecía a Margaret, la que yo había visto construir ayer, cuando le daban los últimos retoques para Margaret. Hacía cada vez más calor y el sol estaba cada vez más alto. Ni siquiera se oía el sonido de nuestras pisadas.