Las tumbas

Mientras volvía a mi choza decidí bajar al río donde estaban colocando una nueva tumba y contemplar las truchas, que, presas de una gran curiosidad, siempre se reúnen cuando se coloca una tumba.

Crucé el pueblo. Estaba más o menos tranquilo, sólo había unas cuantas personas por la calle. Vi a Doc Edwards, que iba a alguna parte con su maletín, y le saludé con la mano.

Él me devolvió el saludo e hizo un gesto como para indicar que tenía un recado muy importante que hacer. Probablemente alguien estaba enfermo. Le hice señas para que siguiera adelante.

En el porche delantero del hotel había un par de ancianos sentados en sus mecedoras. Uno de ellos se mecía, y el otro estaba dormido. El que dormía tenía un periódico en el regazo.

Pude oler el pan cociéndose en la panadería, y había dos caballos atados delante del almacén. Me di cuenta de que uno de los caballos era de yoMUERTE.

Salí del pueblo y pasé junto algunos árboles que estaban en la linde de un pequeño sandiar. De los árboles colgaba musgo.

Una ardilla trepó por las ramas de un árbol. Le faltaba la cola. Me pregunté qué le habría pasado a la cola. Supuse que la habría perdido en alguna parte.

Me senté en un sofá junto al río. Había una estatua de hierba junto al sofá. Las briznas estaban hechas de cobre y el peso de muchos años de lluvia les había devuelto su color natural.

Había cuatro o cinco hombres colocando la tumba. Eran los Sepultureros. Estaban colocando la tumba en el lecho del río. Así es como enterramos aquí a nuestros muertos. Naturalmente, utilizábamos muchas menos tumbas cuando proliferaban los tigres.

Pero ahora los enterramos a todos en ataúdes de cristal en los lechos de los ríos y colocamos fuegos fatuos en las tumbas, así brillan por la noche y podemos apreciar lo que va ocurriendo.

Vi un grupo de truchas reunidas para contemplar cómo colocaban la tumba. Eran unas bonitas truchas arco iris. A lo mejor había cien en un espacio muy reducido del río. Las truchas sentían gran curiosidad por esos manejos, y muchas de ellas se reunían para observarlos.

Los Sepultureros habían practicado el Pozo en el río y la bomba estaba en marcha. Ahora estaban insertando el cristal. Pronto la tumba estaría completa, se abriría la puerta cuando hiciera falta y alguien entraría y se quedaría allí durante siglos.