Margaret

Esta mañana han llamado a la puerta. Podría deciros quién era por la manera de llamar y porque los oí llegar por el puente.

Pisaron la única tabla que hace ruido. Siempre la pisan. Nunca he sido capaz de entenderlo. He pensado muchísimo en por qué siempre pisan esa misma tabla, cómo es posible que no puedan evitarla. Y ahora estaban ante mi puerta, llamando. No hice caso de su llamada porque me daba igual. No quería verlos. Sabía a qué venían y no me gustaba.

Al final dejaron de llamar y volvieron a marcharse por el puente y, naturalmente, pisaron la misma tabla: una tabla larga con los clavos mal alineados, construida hace años y que no hay manera de arreglar, y cuando se fueron, la tabla quedó en silencio.

Yo puedo cruzar el puente cientos de veces sin pisar esa tabla, pero Margaret siempre la pisa.