Campánulas
Un cálido sol dorado se desparramaba sobre nosotros y sobre los Montículos de la Olvidería, cada vez más cercanos. Cruzamos ríos y puentes y caminamos junto a granjas, prados y a través de bosques de pinos y sandiares.
Los Montículos de la Olvidería eran como cachos de medio montañas y medio aparatos que relucían como el oro.
Un espíritu casi festivo emanaba ahora de la multitud. Se sentían aliviados porque enHERVOR y su banda estaban muertos.
Los niños comenzaron a recoger flores por el camino y pronto hubo muchas flores en el desfile, de manera que se convirtió en una especie de jarrón lleno de rosas, narcisos, amapolas y campánulas.
—Se ha acabado —dijo Pauline.
A continuación, volviéndose, me rodeó con sus brazos y me dio un abrazo muy amistoso para demostrar que todo había acabado. Sentí su cuerpo contra el mío.