Iluminando los puentes

Levanté la mirada a través de los pinos y vi el lucero de la tarde. Brillaba en el cielo con un rojo cordial, pues ése es el color de nuestras estrellas. Son siempre de ese color.

Conté un segundo lucero de la tarde al otro lado del cielo, no tan imponente pero tan hermoso como el que había llegado primero.

Llegué al puente verdadero y al puente abandonado. Los dos cruzaban el río, el uno junto al otro. Las truchas saltaban en el río. Saltó una trucha de unos cincuenta centímetros. Me pareció que era un pez muy bonito. Supe que la recordaría durante mucho tiempo.

Vi a alguien que se acercaba por el camino. Era el viejo Chuck, que venía de yoMUERTE para encender las farolas del puente auténtico y el puente abandonado. Caminaba despacio, porque es un hombre muy viejo.

Algunos dicen que es demasiado viejo para iluminar los puentes y que debería quedarse en yoMUERTE y tomarse las cosas con calma. Pero al viejo Chuck le gusta encender las farolas y volver por la mañana para apagarlas.

El viejo Chuck dice que todo el mundo debería tener algo que hacer, e iluminar estos puentes es su ocupación. Charley está de acuerdo con él.

—Que el viejo Chuck ilumine los puentes si le apetece. Así no hace ninguna maldad.

Esto es más bien un chiste, porque el viejo Chuck debe de tener noventa años como mínimo y ya no tiene edad de hacer maldades, y se mueve a la velocidad de décadas.

El viejo Chuck está mal de la vista y no me vio hasta que no lo tuve casi encima.

—Hola, Chuck —dije.

—Buenas noches —me contestó—. He venido a iluminar los puentes. ¿Cómo estás esta noche? He venido a iluminar los puentes. Una noche preciosa, ¿verdad?

—Sí —dije—. Preciosa.

El viejo Chuck se acercó al puente abandonado, sacó una cerilla de quince centímetros de su mono y encendió el farol del lado del puente que daba a yoMUERTE. El puente abandonado ha estado así desde la época de los tigres.

En aquella época dos tigres quedaron atrapados en el puente y murieron, y después el puente se incendió. El fuego sólo destruyó una parte del puente.

Los cuerpos de los tigres cayeron al río y todavía se pueden ver sus huesos en el fondo, en las zonas arenosas alojados en las rocas y desperdigados por aquí y por allá: huesos pequeños, costillas y parte de un cráneo.

En el río hay una estatua al lado de los huesos. Es la estatua de alguien que fue asesinado por los tigres hace mucho tiempo. Nadie sabe quiénes eran.

Nunca repararon el puente, y ahora es el puente abandonado. Hay un farol en cada extremo del puente. El viejo Chuck los enciende cada noche, aunque hay quien dice que es demasiado viejo.

El puente auténtico está hecho completamente de pino. Es un puente cubierto y el interior siempre está oscuro como el túnel de un oído. Las farolas tienen forma de caras.

Una de las caras es la de un hermoso niño, y la otra, la de una trucha. El viejo Chuck enciende las farolas con las largas cerillas que se saca del mono.

Las farolas del puente abandonado son tigres.

—Iré andando contigo hasta yoMUERTE —dije.

—Oh, no —contestó el viejo Chuck—. Soy demasiado lento. Llegarás tarde a la cena.

—¿Y tú? —dije.

—Yo ya he cenado. Pauline me dio algo de comer justo antes de irme.

—¿Qué tenemos para cenar? —pregunté.

—No —dijo el viejo Chuck, sonriendo—. Pauline me dijo que si me encontraba contigo por el camino no te dijera qué hay de cenar esta noche. Me lo hizo prometer.

—Esa Pauline —dije.

—Me lo hizo prometer —contestó.