El regreso

De vuelta a yoMUERTE, Margaret y yo caminamos mucho rato en silencio. No me ofrecí a llevarle la cesta.

Pesaba, y ella tenía calor y sudaba, y tuvimos que parar muchas veces para que descansara.

Nos sentamos en un puente. El puente estaba hecho de piedras recogidas lejos de allí y colocadas en el orden apropiado.

—¿Qué ocurre? —preguntó Margaret—. ¿Qué he hecho?

—No pasa nada. No has hecho nada.

—Entonces, ¿por qué estás enfadado conmigo?

—No estoy enfadado contigo.

—Sí que lo estás.

—No, no lo estoy.