Hasta el almuerzo

Después de haber admirado el murciélago de Fred y de salir a rastras de debajo de la prensa de madera, le dije que tenía que ir a mi choza a trabajar un poco: plantar algunas flores y otras cosas.

—¿Almorzarás en yoMUERTE? —preguntó.

—No, creo que más tarde iré a tomar algo al café del centro. ¿Por qué no vienes conmigo, Fred?

—Muy bien —respondió—. Creo que hoy sirven frankfurts y chucrut.

—Eso fue ayer —dijo uno de la cuadrilla.

—Tiene razón —dijo Fred—. Hoy sirven fiambre de carne. ¿Qué te parece?

—Estupendo —dije—. Entonces nos vemos para almorzar. A eso de las doce.

Dejé a Fred supervisando la prensa de madera mientras unos grandes tablones dorados de azúcar de sandía bajaban por la cadena. Los productos de la Sandería borboteaban y se secaban, dulces y amables, bajo el cálido sol gris.

Y Ed y Mike perseguían pájaros. Mike ahuyentaba un petirrojo.