Verduras
La choza de Pauline estaba más o menos a kilómetro y medio de yoMUERTE. Ella no pasa allí mucho tiempo. Está fuera del pueblo. Aquí, en azúcar de sandía, somos unos 375.
Mucha gente vive en el pueblo, pero algunos viven en otros lugares, en chozas, y naturalmente estamos los que vivimos en yoMUERTE.
Se veían pocas luces encendidas en el pueblo, aparte de las farolas. La luz de Doc Edwards estaba encendida. Siempre le cuesta mucho dormir por la noche. La luz del maestro también estaba encendida. Probablemente estaba preparando la clase de los críos.
Nos detuvimos en el puente al otro lado del río. En el puente había unas farolas de color verde pálido. Tenían forma de sombras humanas. Pauline y yo nos besamos. Tenía la boca húmeda y fresca. Quizá debido a la noche.
Oí saltar una trucha en el río, una saltadora tardía. El ruido que hizo al caer al agua fue como el de una puerta estrecha. Había una estatua cerca. La estatua era de una judía gigante. Eso es, una judía.
Hace mucho tiempo a alguien le gustaban las verduras, y hay veinte o treinta estatuas de verduras en azúcar de sandía, desperdigadas por ahí.
Hay una estatua de una alcachofa cerca del tejar, una zanahoria de tres metros cerca del criadero de truchas de yoMUERTE, una lechuga cerca de la escuela y un manojo de cebollas cerca de la entrada de la Olvidería, y hay otras estatuas de verduras cerca de las chozas donde vive la gente, y un colinabo cerca del estadio de béisbol.
A poca distancia de mi choza se alza la estatua de una patata. No es que me guste especialmente, pero hace mucho tiempo hubo alguien a quien le encantaban las verduras.
Una vez le pregunté a Charley si sabía quién era, pero me contestó que no tenía la menor idea.
—De todos modos, las verduras debían de gustarle mucho —dijo Charley.
—Sí —dije yo—. Cerca de mi choza hay una estatua de una patata.
Seguimos caminando hasta la casa de Pauline. Pasamos junto a la Sandería. Estaba a oscuras y silenciosa. Al día siguiente por la mañana estaría llena de luz y actividad. Se podía ver el acueducto. Ahora era una sombra alargada.
Llegamos a otro puente que cruzaba otro río. En el puente se veían los faroles de rigor y estatuas en el río. Había más o menos una docena de luces tenues que surgían del fondo del río.
Eran tumbas.
Nos paramos.
—Esta noche las tumbas están muy bonitas —dijo Pauline.
—Ya lo creo —dije.
—Aquí casi todas son de niños, ¿verdad?
—Sí —dije.
—Son tumbas realmente hermosas —dijo Pauline.
Las polillas revoloteaban por encima de la luz que brotaba del río procedente de las tumbas. Sobre cada tumba revoloteaban cinco o seis polillas.
De repente una gran trucha saltó del agua por encima de una tumba y atrapó una de las polillas. Las otras polillas se desperdigaron y luego regresaron, y la misma trucha volvió a saltar y cogió otra polilla. Pues sí que era inteligente la trucha.
La trucha ya no volvió a saltar y las polillas revolotearon tranquilamente por encima de la luz que salía de las tumbas.