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Se oyó un trueno, pero algo le ocurría a aquel sonido, parecía más sordo. Volvió en sí sobresaltado en ese mismo momento y advirtió que no era un ruido natural. Trokic se restregó el rostro y los ojos, llenos de la lluvia que caía a raudales entre las copas de los árboles. Por un segundo pensó que se había ido, pero después la distinguió entre las ramas. Intentó sentarse, sostenerse contra el árbol que le había servido de apoyo. No había tiempo. Tenía que rodearla y situarse al otro lado, pero antes de que llegara siquiera a levantarse, ella ya había registrado el movimiento a sus espaldas y emprendido una lenta retirada hacia el noreste. No le había matado. Por segunda vez podría haberse librado de él, tirado allí como estaba. ¿Por qué? ¿Deseaba tener público?
¿Buscaba su admiración?
Aquel descubrimiento le dio fuerzas para ponerse en pie y tratar de calcular su próximo movimiento. A lo largo de la playa había varias subidas que llevaban hasta lo alto de la pendiente, pero la colocaban en una posición muy vulnerable, a pie y sin acceso al coche. Un disparo más retumbó a través de un aire saturado de agua, esta vez procedente del bosque. Lisa.
Isa se apresuró a alejarse de la vegetación y, correr hacia la playa, y Trokic distinguió vagamente su silueta corriendo por la orilla pedregosa. Al llegar a los últimos árboles vio surgir de la oscuridad a su compañera.
—¿Estás bien? —preguntó la inspectora.
—Sí.
Los dos miraron hacia la fugitiva. Extenuado como estaba, ni con toda su buena voluntad habría podido seguir a aquella mujer joven y entrenada en su huida por la playa.
—Ocúpate de Jacob —le pidió Lisa—. Está arriba, en la escalera. Le ha dado. Ya he pedido una ambulancia.
En su voz resonaba el timbre de la desesperación.
Él asintió.
—¿También habéis pedido refuerzos?
—Sí, no tardarán en llegar.
Se alejó en la misma dirección que Isa Nielsen, y al cabo de unos segundos el comisario la perdió de vista. Helado al pensar lo cerca que había estado de perder la vida, apartó la maleza para abrirse camino hasta Jacob. Los últimos metros que le separaban del hombre que yacía en el suelo los salvó corriendo. Antes de llegar ya sabía que su amigo estaba inconsciente y herido de gravedad, la densa lluvia no impedía darse cuenta de que había perdido una gran cantidad de sangre. Se agachó junto a la figura inerte que había a sus pies.