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La puerta del departamento no estaba cerrada con llave, pero en el edificio reinaba el silencio. Deambularon al tuntún hasta que Lisa encontró a un estudiante profundamente concentrado en la lectura de un libro. Cuando se acercaron a él, lo cerró sobresaltado.
—Buscamos a Isa Nielsen, supongo que no sabrás si está por aquí, ¿verdad? —preguntó Jacob.
—Llegan tarde, acaba de marcharse; ha venido a recoger sus cosas no creo que haga ni media hora. Ya no trabaja aquí.
—¿Por qué?
—Lo ha dejado. Nuevos retos, ha dicho. A los que la hemos tenido varios cursos nos ha sorprendido mucho. Una pena, caramba, era muy popular.
—¿Ha dicho adónde iba? —preguntó Lisa.
—¿Ahora? No.
—¿Y su nuevo trabajo? ¿Ha comentado algo?
—No, que aún no sabía nada, sólo que no sería en Dinamarca. En este país el mundo de la sociología está un poco muerto.
—¿Hay alguna foto suya en algún sitio?
—¿No saben cómo es?
—No.
El estudiante se levantó con un suspiro.
—Esperen, voy a buscar una.
Un momento después tenían en la mano una fotocopia.
—He hecho una copia de la foto que aparece en la solapa del libro que ha escrito para las clases, espero que les sirva.
—Es perfecta, gracias.
Lisa estudió a la mujer rubia de la fotografía. Su sonrisa era amable, pero reservada. ¿Se estarían equivocando? ¿Sería realmente ese ser terrible que describía Palle en sus diarios? Una criatura pervertida que disfrutaba humillándole sexualmente, que se había ido de la lengua porque le quería como espectador, porque se engañaba al creerle inofensivo. ¿Sería cierto que había matado a esas personas? Y el esperma del cuerpo de Anna Kiehl, el papel de Palle, ¿qué explicación exacta tenía todo aquello?
Se dirigían a la comisaría y era absolutamente necesario localizar a Trokic para cruzar datos y trazar un plan de acción, las cosas se estaban acelerando y ya iba siendo hora de que se coordinaran. Se sentó un poco más derecha, preocupada de nuevo por su compañero. Le habían hecho una herida de consideración en la cabeza y dudaba mucho de que hubiera seguido los consejos del médico en lo tocante al reposo y los cuidados de la herida. ¿Dónde coño se había metido? Jacob iba a su lado leyendo el pie que acompañaba la foto de Isa Nielsen.
—También podríamos considerar la posibilidad de pedir una orden de busca y captura —sugirió.
—A ver qué dice Trokic.
Marcó su número por quinta vez en el día. Daba señal, al fin daba señal.