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Trokic deambulaba por su despacho con un lapicero entre los dientes. Sobre la mesa había dos trozos intactos de smørrebrød[2]. Las piezas del rompecabezas iban adoptando distintas posiciones en su mente mientras procuraba hacerse a los nuevos datos. Christoffer Holm había dejado embarazada a Anna Kiehl; su ADN se encontraba en el pelo que había aparecido junto a la laguna y en el hijo nonato de la víctima, pero el esperma hallado sobre su vientre era de otro. ¿De quién? Jasper se asomó por la puerta y estiró las piernas.

—He mandado a alguien a buscar a la amiga.

—¿Y dónde coño se han metido? —preguntó Trokic.

—No podemos ir más rápido, Daniel.

El comisario descolgó el teléfono y marcó el número de Lisa.

—Tienes el número de la hermana de Christoffer Holm; llámala y averigua si puede atendernos otra vez. Hay que conocer mejor al novio de Anna Kiehl, es posible que se nos haya pasado algo por alto.

Dio un paseo más por la oficina sin dejar de cavilar.

—No, mejor aún: ve a hablar con ella, ¡corre! Los demás nos ocuparemos de la amiga…

—Acabo de prometerle a Poulsen que le echaría un vistazo a un ordenador relacionado con un caso de estafa —contestó Lisa al otro lado—. No se tarda demasiado, pero por lo visto les corre una prisa bárbara.

—¿Qué? Deben de haberse vuelto locos, que vaya a pedirle ayuda a otro. Bueno, pues manda a alguien a buscar a Elise Holm, es importante. ¿Alguna noticia de la charca?

—Dicen que todo va muy despacio. Como el fondo está muy suelto, no hay forma de ver en el agua y tienen que moverse por el tacto.

—Me pasaré a echar un vistazo esta tarde —contestó Trokic antes de colgar.

Era como si su cerebro continuase trabajando por su cuenta incluso cuando él pensaba en otras cosas. Hasta en sueños, los fragmentos le rondaban por la cabeza y componían nuevas formaciones, curvas y energías. Esta vez se trataba de detalles del apartamento de Anna Kiehl. Su amiga Irene aguardaba ya muy cerca de su despacho, lista para el interrogatorio. Tenía que ponerse en marcha lo antes posible.