57
El Hanishka que entornó la puerta para verla mejor no parecía agresivo.
—Pasa y quítate los zapatos, por favor.
Tenía un aire abatido e inquieto; a pesar de que había muchas personas, tenía la sensación de que todas se deslizaban por la casa descalzas y procurando no hacer ruido.
—Entonces, ¿no habéis averiguado nada nuevo del caso de Palle? —preguntó el líder de la secta.
Jacob le explicó en qué punto se hallaba la investigación y qué papel desempeñaba Palle.
—En realidad, suponemos que terminó quitándose la vida.
—No lo creo —replicó Hanishka—, estoy seguro de que no fue así. Como ya os he dicho, se unió a nosotros hace unos meses.
—¿Nunca habló de sí mismo?
—Al principio no decía nada de por qué estaba tan mal; pasó mucho tiempo antes de que empezara a hablar de verdad, quizá más que nada porque estaba muy débil, pero entendimos que había tenido problemas amorosos muy serios y que una mujer le había arrastrado al borde de la locura. Independientemente de la opinión que vuestro mundo pueda merecerle a cada cual, era una historia muy extraña, porque hasta aquel momento había sido un estudiante muy aplicado, uno de los mejores, por lo que nos contó, pero algo pudo con él. Aunque con la ayuda de Dios volvió a ponerse en pie.
«Sí, eso, una psicosis saca otra psicosis», pensó Lisa iniciando una pequeña sonrisa; pero se contuvo, porque hasta que no se demostrara lo contrario aquellas personas no habían hecho daño a nadie.
—Pero, entonces, ¿para qué nos ha llamado? —le preguntó con cierto desánimo.
Hanishka jugueteó con el símbolo que llevaba colgado del cuello.
—Hoy, ordenando el sótano, he encontrado una caja de Palle que contenía unos diarios. Hablan de su exnovia, por lo visto le tenía pánico.
La miró directamente a los ojos.
—Sospechaba que había hecho algo espantoso. Él fue quien os llamó y creo que por eso está muerto.